Elecciones 2024
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Lula

La adoración de los ídolos se llama idolatría, antes una acción muy ligada a la religión, pero hoy en día sabemos que también cabe en el deporte, en el entretenimiento y en la política.

Los ídolos son aquellos que vemos como “rockstar” los inalcanzables, los intocables y a quienes aspiramos conocer para acercarnos y sentir que podemos ser como ellos.

La etimología de la palabra ídolo viene por las imágenes construidas por el hombre, a raíz de lo que creemos que ha de ser “esa” vida llena de lujos, excentricidades, diversión y ningún tipo de carencia.

Lo vamos haciendo un referente en nuestra forma de vida; todos lo hemos vivido, desde niños con los personajes de las caricaturas y después con los cantantes y grupos de música que nos enloquecieron en la adolescencia.

Lo mismo con los políticos, en especial la aquellos que los ven tan lejanos a sus realidades, quienes miran a estos personajes inalcanzables que aparecen con una barita mágica con la que prometen solucionar sus problemas.

El político es aquél que visita la comunidad un par de veces al año, llegando en camionetas lujosas, ostentosas, seguridad, un séquito de personas tras él, en un evento que lo organizan previamente con el aliciente de que habrá comida o recibirán algún tipo de ayuda.

La admiración a quien se viste bien, a quien se les acerca para escucharlos, para mirarlos a los ojos aunque sea un corto tiempo, los hace llenarse de sensaciones y emociones que solo emanan cuando aparecen este tipo de personajes en su cotidianidad.

Todo político provoca un revuelo en la gente, positivo y negativo, pero provoca. Lula Da Silva, ex presidente de Brasil es capturado por su fotógrafo personal durante todo su gobierno, Ricardo Stuckert en el 2006 durante una visita a la bahía Lauro de Freitas.

Esta foto me impactó desde que la vi hace unos días en la cuenta de Instagram de Stuckert, porque se captura una escena de admiración, de idolatría y de aspiración total de este pequeño que hace todo por acariciar el rostro del presidente de su país (en ese entonces).

De los rostros que aparecen, solo uno no lo está mirando y no está tan alegre como el resto, pero los niños y el joven que aparece tomándole la mano están en una especie de trance, de excitación y locura al poder acercarse a lo imposible, al hombre más poderoso de su país, a quien se ha dignado a acercarse a ellos, y los ha mirado.

El niño quien está por encima de algún otro cuerpo de un adulto, logra estirarse y tocarlo sin perderle la mirada directa y sonreírle como quien lo hace cuando ve a su “rockstar”.

Él no tiene camisa, pero a quien toca sí, él está asoleado por el sol, pero el señor de barba no, él tiene el cabello rizado, el señor presidente lo tiene rubio y canoso; pero lo toca y eso ya lo hace diferente al resto de los demás, incluido a su familia y a sus amigos del barrio.

Tocar para sentirse afortunado y cercano a quien solo se le aparece de vez en cuando. La ingenuidad de quien no sabe nada del mal, sino todo lo contrario, solo lo que se le viene a su mundo imaginario e idealizado.

La gente quiere tocar lo que no es, para sentirse parte, para incluirse en lo que nunca llegará a ser. El político trata de ser empático acercándose a los desconocidos que le vitorean y que incluso le insultan, pero lo intenta. Les extiende la mano, a algunos los abraza, los mira, los escucha y actúa como hay que hacerlo.

La admiración es un fenómeno que incluye lo que la gente dice y lo que los medios informan, los niños son los que más absorben e igualan lo que sus padres o abuelos dicen; si todos admiran a Lula, él lo hará, pero si es lo contrario, será quien busque acercarse para mostrar el enojo que ya heredó.

Muchos políticos se han olvidado de esta empatía, porque hoy en día les gana más el miedo de acercarse a la gente que el “deber ser” para la gente, por lo tanto, al menos en nuestro país, han dejado de ser los ídolos que antes solían ser.

Ricardo tiene eso, un gran sentido de orientación y ubicuidad para fotografiar el momento preciso en donde Lula se vuelve gente y lo transmite en una escena como esta.