El escenario es único para él, los ojos deben mirarlo sólo a él, y sus palabras son las que deben tener el mayor peso que cualquier otro que tome el micrófono o aparezca en el guion con las líneas correctas
Nuestro presidente ha vuelto después de una semana de haber confirmardo su contagio por Covid, con el cinismo de quien sabe que es escuchado por una gran cantidad de gente y de medios, y aprovecha el espacio para recomendar una “untada” de Vick Vaporub que atenderse con medicamentos y médicos si es que termina contagiado en esta cuarta ola.
López Obrador acumula ya dos contagios en lo que va de la pandemia, el primero hace casi un año, para ser exactos el 24 de enero.
En ambos casos se retiró momentáneamente, pero advirtió que seguiría con su agenda desde su humilde residencia, el Palacio Nacional.
Todavía es fácil recordarlo ofreciendo un video en donde mostraba su pronta recuperación por los pasillos del interior de su casa, casi invencible y lleno de ostentosidad. Un largo y grande abrigo oscuro, elegancia, pulcritud entre pasillos llenos de objetos históricos y dorados.
Él mismo volvió hoy a escena, solo 7 días de semi descanso, porque entre un día y otro aparecía desde su oficina para no perder ningún espacio en la agenda nacional. El que seguía citando a su equipo de trabajo para grabarlo, atenderlo y darle actualizaciones de los temas que para él eran principales, y sin utilizar cubre bocas, regresó como si nada.
Regresó igual como se fue, con ropa que le sigue quedando grande, con la certeza de que tiene la razón y su visión es la más importante.
Nuestro presidente le sigue faltando el respeto a la gente y a su gente, reaparece cuando los médicos llaman a tomar mínimo 10 días de aislamiento, con la advertencia de que si el regreso es antes, el uso del cubre bocas es obligatorio
Andrés Manuel, sigue sin importarle, claro está. A excepción que la cita no sea en su casa y tenga que tomar un vuelo para ir a Estados Unidos.
Hoy le comparto esta sencilla imagen en donde ingresa a la mañanera de lunes, con el abrigo de tallas más grandes, el cuello desmedido, pasando por detrás de la silla, que nunca usa, con su mano apoyada en su cuerpo y una expresión de inocencia, desconocimiento y un yo no necesito un cubrebocas.
Un hombre frío ante las problemáticas sociales, las que en serio dejan a muchas familias sin alimento en casa, las que hablan de un alto nivel de desempleo, las que han perdido a sus familiares por falta de medicamentos, los que también no han podido continuar sus tratamientos porque ya no tienen seguro popular y no saben a dónde acudir porque no les alcanza, o la de quienes no alcanzaron lugar en los hospitales cuando alguien cercano necesitó un ventilador o tratamiento para salir del Covid.
Aparece solo porque quienes le acompañan, tienen un lugar secundario y ellos salen después al escenario.
El escenario es único para él, los ojos deben mirarlo sólo a él, y sus palabras son las que deben tener el mayor peso que cualquier otro que tome el micrófono o aparezca en el guion con las líneas correctas.
Camina hasta el fondo, pegado a la mampara porque ya sería demasiado protagonismo, quizá. Es esa línea de interpretación de quien se quiere hacer el humilde y del pueblo, sin dejar de bolear sus zapatos, vestirse bien y proyectar poder.
Eso sí, no se corta las uñas, quizá para balancear entre la supuesta pulcritud que quiere proyectar y su interés desinteresado en la gente.
Volvió como si nada, en medio de miles de personas que todos los días están contagiándose y se encuentran ante una gripe con síntomas más absorbentes y con el costo de medicinas que a muchos no les alcanza o les quita lo del gasto de la casa.
Él volvió, sin cubrebocas, sin cuidados, aunque por lo menos, los reporteros presentes esta vez sí se pusieron el suyo.
