Nuestro presidente es de estos personajes en lo que no pueden ocultar ningún tipo de emoción, en automático se refleja su estado de ánimo en su rostro y en la postura que toma estando de pie o sentado
Los hombres y los animales aprendimos a comunicarnos gracias a la conducta no verbal, a las distintas posturas de nuestro cuerpo, con el movimiento de las extremidades, los cambios graduales en el rostro y el acompañamiento final del tono de voz, todo junto es que pudimos establecer una convivencia basada en el entendimiento de los movimientos corporales.
Todos vamos advirtiendo de nuestro estado de ánimo a los de alrededor y de nuestra personalidad, porque sin querer queriendo vamos demostrando qué tan confiable somos o si nuestras intenciones parecen buenas o todo lo contrario.
Andrés Manuel López Obrador ha sido un hombre alfa, que ha avanzado durante su carrera política decidido y convencido de ser escuchado sí o sí, y la certeza de que si hay que interrumpir la conversación lo hará él.
Un hombre que, durante su vida previa a ocupar la silla presidencial, demostró que su obstinación por llegar al poder, tenía una autoridad especial al retirar de su camino lo que le estorbara o le contradijera.
Una supremacía que conforme avanza su sexenio, va en aumento.
Hemos pasado de “lo que dice mi dedito” a señalar de manera directa y dominante a alguien o algunos como culpables, corruptos un sin número de calificativos. Pareciera que estamos dentro de una batalla, en donde el imperioso líder desfoga su energía de juzgar con la mera finalidad de erradicar al que le cuestione y le confronte.
Nuestras posturas hablan también de nuestro pasado, de los sufrimientos que tuvimos, de furia contenida, tristezas e incluso de problemas psicológicos que terminan enquistándose en nuestra estructura corporal.
No lo digo yo, lo dicen distintas investigaciones que estudian al cuerpo y sus movimientos. Es así como surge la medicina psicosomática que es la que analiza qué tanto nuestras emociones afectan a nuestro cuerpo físico.
Nuestro presidente es de estos personajes en lo que no pueden ocultar ningún tipo de emoción, en automático se refleja su estado de ánimo en su rostro y en la postura que toma estando de pie o sentado.
Es cuestión de observarlo a detenimiento y si lo hace con el volumen de la televisión apagado, lo verá mucho más claro.
La postura no solo ejemplifica el carácter, sino la actitud. En la imagen que hoy les comparto, señala de manera directa como si tuviera de frente al enemigo, al culpable, al rival. Su cuerpo echado para adelante con el que protesta y atrae la mirada de quienes están allí presentes y de quienes lo vemos por la pantalla.
Se echa hacia adelante en señal de seguridad, ante semejante postura su cuerpo y su cabeza desean infundir temor y dejar claro, que a él le desagrada. Él se sabe el amo del micrófono y de la opinión, por eso se siente con esa libertad de levantar su brazo derecho y señalar libremente.
Su mirada va directa, no hay duda. Si en las investigaciones sobre el tema, las actitudes corporales representan la forma en que uno se relaciona con los demás, esto lo excluye de la mayoría y lo coloca en un puesto “único” e intocable. Solo él puede hacerlo, y nadie más debería atreverse a señalarlo, aunque su contrario tenga la verdad.
Su brazo levantado, su mano señalando, su mirada y su pecho hacia adelante, es tan enérgico y prolongado, que no finge, no exagera. Su gesticulación intensa con la boca apretada demostrando su enojo y rabia. El presidente está enojado, muy, y sabe que controlar sus movimientos corporales no es opción.
Uno de los tantos problemas en que el presidente se comporte verbal y no verbalmente así, es que las emociones son contagiosas y eso, es un peligro para todos.
Las y los mexicanos no podemos comportarnos de tal forma, no podemos dividirnos más, ni señalarnos los unos a los otros porque “él” lo decide.
Tenemos que tener muy claro, que los mexicanos somos más que una división los que están con él y los que no están con él; deberíamos de verlo como un personaje que solo estará por seis años y si nuestro México tiene tanta vida es porque lo hacemos todos.
