La imagen de hoy, que no es reciente pero que me saltó ante mis ojos en la búsqueda de la foto de hoy, vemos a Andrés López Beltrán, hijo del presidente López Obrador
La política y cada vez más su lejanía con la gente, con quienes los eligieron en un domingo de elección, con los que hacen que en realidad funcione la economía y la sociedad como tal.
Se han ido distanciando como quien no tendría por qué mirar a los ojos a quien no pertenece a su exclusivo círculo rojo, ellos elijen el tú a tú, creyéndose los que ocupan el lugar número uno de la pirámide.
La política se ha embarullado de intereses o mejor dicho, lo que hoy vivimos en nuestro país con el actual gobierno es como si de nueva cuenta, fuera “normal” ver actos de corrupción, de conflictos de interés, se ha vuelto el pan de cada día.
Antes se hablaba de seguidores de un partido u otro, hoy eso ha sobrepasado incluso el fanatismo hasta la obsesión por defender lo indefendible.
La gente siempre ha mirado al político como inalcanzable, y cuando uno de ellos decide mirarlos a los ojos y escucharlos, la sorpresa es indescriptible, incluso los rechazan al no creerles semejante acción de empatía e interés.
Eso para quienes son funcionarios y obtienen un cargo como gobernante, porque después pasa un efecto muy curioso que es que sus familiares absorben en doble dosis el poder y una especie de exclusión con todo aquél que no pertenezca a su círculo.
Entonces tenemos a las esposas, hijos y cualquier otro familiar que cambia la actitud, se vuelve selectivo y antipático.
La imagen de hoy, que no es reciente pero que me saltó ante mis ojos en la búsqueda de la foto de hoy, vemos a Andrés López Beltrán, hijo del presidente López Obrador.
Camina a las afueras de algún evento, junto con su amigo Abraham Alipi Mena, y lo hace con la seguridad de saberse intocable y poderoso, vaya, es el hijo de quien gobierna a todo el país.
El joven camina con una ligera sonrisa, le hace bien caminar entre gente detenida por vallas de metal, para que nadie se acerque y le obstruya su camino. No habría necesidad.
Una señora de menor estatura, con un abrigo beige estira su mano para atraer su atención. ¿Qué habrá dicho? Una solicitud personal, una desesperada invitación a acercarse a ella para tocarlo y agradecerle… algo, lo que sea, es el hijo del presidente.
Él no la mira, al menos en la imagen su vista está hacia arriba, su pecho hacia adelante, camina erguido y con la distancia suficiente para no ser alcanzado por la mano de la señora, ni de nadie.
Cuando se camina por estos corredores cerrados por vallas, se convierte en una especie de pasarela, y algo sucede que en automático quien pase por allí se auto coloca una etiqueta de ser más importante que el que no lo está.
El hijo del presidente camina con esa actitud y se le nota.
No solo son los hijos del presidente Andrés Manuel quienes seguirán dando de qué hablar, sino todos los políticos que a veces colocan imaginariamente vallas que los limitan de las personas reales, como la señora que le ruega que se acerque a ella y que termina por ser ignorada.
