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Cuando vemos fotografías de las marchas que se realizan por madres que dejaron de ver a sus hijos e hijas porque nunca volvieron a casa, pareciera que se repiten.

Si pudiéramos hacer una galería de los últimos 10 años, lamentablemente casi podríamos ubicarlas en el mismo tiempo y espacio.

La fotografía de hoy realizada hace unos días, en pleno 10 de mayo en la Ciudad de México en donde aparece una mujer que levanta la fotografía de su hijo desaparecido en Torreón, Coahuila el 31 de octubre del 2008 con el rostro de dolor y aún desesperación, es el reflejo de un problema que no ha podido resolverse, una carencia que no ha sido solventada.

Seguimos viviendo la inseguridad y la incapacidad de todo gobierno, en no ser capaces de ofrecer la certeza de que cuando salimos de casa, seremos capaces de volver sanos y salvos.

Pareciera que las escenas de marchas se normalizan, pero no es así, el dolor no tiene manera de volverse una costumbre o parte de la cotidianidad de cualquier madre o padre.

Los hijos duelen y mucho más cuando no vuelven. El rostro de está mujer que porta una playera verde con una impresión que dice ¿Dónde están? Es parte de las consignas y preguntas que nadie les ha podido resolver.

Hoy más que nunca nos hemos convertido en testigo de espeluznantes muertes, masacres, asesinatos, violaciones y desapariciones de hombres, mujeres y niños en todo el país.

Debhani o Yolanda las más recientes, las dos de Nuevo León.

¿Y qué ha pasado? Nada.

Las fotografías son también el reflejo de lo que no podemos superar ni resolver como sociedad, no sabemos cómo recibir a quien aún llora por sus hijas desaparecidas desde hace más de una década, como las madres en Ciudad Juárez.

Las autoridades no les abren las puertas, no les dan voz, no les extienden los brazos para abrirles caminos para resolver lo que pareciera un acertijo.

Entonces solo dejan las calles, que las llenan de policías que las “vigilan”, que cuidan y protegen los muros para que no sean rayados o maltratados, y que terminan viendo a las madres marchando como si fueran delincuentes.

Las calles como un espacio “libre” y “abierto” para gritar sin descanso el nombre de Carlos, de Yolanda, Imelda, Paulina, Perla, Gabriela, Victoria, Karla, Wendy, Arturo, Francisco, y muchos más.

Una fotografía de apenas este 10 de mayo, que representa a muchos otros días de las madres de años atrás en el que mujeres lloran desconsoladas por no saber el paradero de sus hijos.

Esta mujer fotografiada por Sashenka Gutiérrez de EFE, representa visualmente a todas. A las que no se cansan y a las que no conocen del tiempo porque se detuvo cuando su hijo o hija no volvió a casa.

Nuestro país se aproxima a 100mil personas no localizadas, y solo son capaces de prestarles un pedazo de calle un día al año.

Ojalá que los fotógrafos no se cansen de fotografiarlas y de hacerlas visibles para todos.

El dolor de una madre - c78d582fac1773a39a884e759eec35705b69b64cw-1-1024x630
EFE/ Sáshenka Gutiérrez