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Ahí tiene ya a las organizaciones de tortilleros cometiendo el delito de colusión de precios con sus anuncios de futuros aumentos en el precio del alimento que fabrican, derivado del incremento en los precios de las gasolinas.

Ahí tiene ya a las organizaciones de tortilleros cometiendo el delito de colusión de precios con sus anuncios de futuros aumentos en el precio del alimento que fabrican, derivado del incremento en los precios de las gasolinas.

Apuntan porcentajes de incremento que tienen todo que ver con la especulación y poco con un impacto en los costos de producción. Es pues la habitual ganancia de los abusivos en el río revuelto.

El uso político-electoral que se le da al aumento en los precios de las gasolinas acaba también por tener un efecto inflacionario aunado al daño social que provocan los bloqueos y saqueos.

Por lo pronto el más reciente reporte inflacionario que dio a conocer el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) deja ver que no hay un panorama sencillo en el proceso de formación de precios.

Los datos corresponden al cierre del 2016 y para el almanaque queda un aumento del Índice Nacional de Precios al Consumidor durante todo el año pasado de 3.36 por ciento.

Lo que hay que ver entre los datos revelados por el Inegi es que la inflación al productor se dirige hacia un registro de dos dígitos, algo impensable hace apenas medio año. El Índice Nacional de Precios al Productor, que no considera los precios del petróleo, reportó un alza anualizada de 8.51%, y, si atiende a la tendencia, podrá ver que se trata de la trayectoria ascendente de un misil.

Todos estos datos al cierre del año no consideran por supuesto el impacto del incremento en el precio de las gasolinas ni la más reciente devaluación del peso frente al dólar.

La primera quincena de enero tendrá uno de los registros inflacionarios más altos quizá de la última década, lo que evidentemente debe encender los focos de alerta en el Banco de México.

Porque, como en el caso de los tortilleros: si consideraran el impacto real en costos del aumento de las gasolinas, el incremento al kilogramo de tortillas sería de apenas unos centavos, un porcentaje muy bajo.

Pero lo que desata la combinación de expectativas negativas y una autoridad ausente es un afán de adelantarse a los aumentos que se asumen como inevitables.

Dentro de la inflación al productor, las mercancías y los productos agropecuarios pintan ya inflaciones de dos dígitos derivadas del aumento en los insumos, presiones que no se han traspasado del todo a los consumidores.

Pero, en las actividades terciarias, básicamente comercio y servicios, la inflación anual al productor es de apenas 3.6%, muy en línea con la inflación general. Sin embargo, si se generaliza la idea de que ahí viene el lobo inflacionario es justo en este sector de la actividad económica donde se notarán las mayores presiones.

Es, evidentemente, una tarea del Banco de México tratar de derribar ese globo inflacionario que ahora se está elevando en el cielo, pero no es solamente una tarea monetaria.

Es aquí donde la Secretaría de Economía, a través de su brazo armado la Procuraduría Federal del Consumidor, debe entrar a controlar cualquier presión injustificada en los precios.

Y la Comisión Federal de Competencia Económica tiene que sacar el mazo dentado para frenar a organizaciones como esa de los tortilleros que convoca a conferencia de prensa para anunciar a los cuatro vientos que van a subir el precio de ese alimento básico, cuando saben bien que ponerse de acuerdo de esa manera es un delito.