Además de las cosas obvias como el orden y la limpieza, en mi primer viaje a Japón me sorprendió la cantidad de personas con cubrebocas
Además de las cosas obvias como el orden y la limpieza, en mi primer viaje a Japón me sorprendió la cantidad de personas con cubrebocas.
No eran, ni de lejos, los tiempos de la pandemia cuya vigencia nos ha traído una nueva prenda da vestir a cuyo uso no se ha resistido ni los insolentes empleados de los bancos, quienes confunden seguridad con atropello.
De sobra sabemos cómo en una sucursal cualquiera, los gerentes y empleados se sienten con derecho de llamar a un custodio si alguien se resiste (o se resistía) a quitarse una gorra con visera, un par de anteojos solares y –dios no lo hubiera permitido— un pasamontañas o el leve embozo de un cubrebocas sanitario.
Ya usar un teléfono celular era casi la convocatoria a un arresto.
Pero hoy uno entra al desolado banco, saca su celular para confirmar un código y se acerca a la ventanilla con la cara cubierta y ya nadie le dice nada.
Ojalá pronto esa aparente cortesía comprensiva se extendiera a las insolentes azafatas (aza-gatas, les decían antes) quienes de meseras de avión pasaron a ser inspectoras de seguridad.
Cuando alguien no sabe por qué imponer una conducta estúpida al resto de la gente, invoca siempre un concepto: seguridad.
Pero sea por esta razón –la epidemia–, o por alguna otra, el futuro se adivina igual en los meses por venir.
Veo un futuro de personas con cubreboca (uso el plural porque como la madre, boca sólo hay una) y quizá el generalizado uso de este recurso filtrante, se quede en vista de cómo año con año empeoran las condiciones del aire contaminado. En aquel Japón de los años 80, las personas usaban esta protección para respirar menos partículas de polvo. Como en China.
Como la vacuna tardará mucho en universalizar su efectividad –cuando lo haya hecho será ocasión de una nueva dosis anual por los siglos de los siglos, como la influenza– y más tiempo todavía en llegar a todos quienes la deben recibir (es decir, todos), los meses por venir serán iguales a los anteriores.
Por desventura la normalidad, tal y como entendíamos este concepto en 2019, no regresará a nosotros sino hasta muy entrado el próximo año, si no hay otra catástrofe en el sendero, sí el virus no muta, si una nueva variedad perniciosa no aparece en el camino.
Viviremos con cubreboca día con día y haremos de este recurso una prenda, gracias a la ambición de los diseñadores. Ya vemos pasarelas y “cats walk” con modelos de juncal estilo, ataviadas con los embozos de pedrería y diseño estampado.
Pronto se podrán aprovechar los beneficios indeseados de la “burka” o el velo musulmán. Pero mientras, hagamos del KN.95 el aliado de nuestra indumentaria.
Mientras eso sucede veremos cómo el conflicto ideológico sobre la mascara facial se resuelve en favor del Presidente y su personal rechazo a la utilidad del trapo, quizá como parte de su rechazo a la forma como Marcos (o Galeano), lo superó en fama con el uso de un pasamontañas cuya distinción fue siempre un orificio para la pipa.
Hoy “Galeano” pertenece a la mitología más olvidada y en las tierras selváticas por donde quiso fundar un imperio zapatista, zapatudo, zapatero o como se le pudiera llamar, ya se tienden las vías del Tren Maya, emblema y capricho del presidente actual, quien tiene en favor de sus ocurrencias toda la fuerza del Estado.
PATROCINIO
Siempre he tenido una buena opinión sobre Patrocinio González Blanco Garrido. También la tuve de su padre, Don Salomón.
Sin embargo ahora; cuando México anda con la lumbre en los aparejos y cualquier recurso es bueno para frenar el despelote, veo injusta su crítica al Partido Revolucionario Institucional al cual abandona (de por sí), porque se ha aliado con la derecha reaccionaria y la izquierda escuálida.
“…creo –dice– que es el momento de preservar los ideales para construir una oposición crítica y constructiva y no ser sólo ser parte y voceros de una vergonzosa alianza de perdedores…”
En otra parte de su carta acusa la actitud pragmática del PRI al cual abandona.
El mayor pragmatismo habría sido aliarse con el ganador; no con los perdedores.
Pero como sea, la actitud de Patrocinio, ausente de la vida pública hace años, no parece ofrecer ejemplo de oposición crítica y constructiva, como recomienda.
¿Hace cuanto no le dedica su talento al partido donde se formó y en cuyas filas obtuvo puestos, fortuna y privilegios? ¿Hizo algo cuando vio venir el tsunami?