Para un presidente electo estadounidense que ataca a nuestro país desde Twitter, México ha creado la que podríamos llamar la Secretaría de Relaciones con Trump (SRT). Una oficina a cargo del único personaje cercano al presidente Enrique Peña Nieto que es identificado por tener una relación fluida con el próximo gobierno de los Estados Unidos … Continued
Para un presidente electo estadounidense que ataca a nuestro país desde Twitter, México ha creado la que podríamos llamar la Secretaría de Relaciones con Trump (SRT).
Una oficina a cargo del único personaje cercano al presidente Enrique Peña Nieto que es identificado por tener una relación fluida con el próximo gobierno de los Estados Unidos (EU).
Ya armarán alguna oficina paralela de relaciones con todo el resto del mundo, en lo que aprende Luis Videgaray a ser canciller, pero por lo pronto la prioridad es tratar de contener los efectos negativos de las decisiones que tomará Donald Trump en contra de nuestro país.
Es muy difícil pensar que el gobierno mexicano podrá revertir las determinaciones con las que se estrenará este sujeto en la Casa Blanca dentro de sólo 11 días, pero al menos se podría negociar la manera de comunicar y de impactar en el ánimo de los mercados.
Ahí están los efectos del anuncio de la cancelación de la inversión de la armadora automotriz Ford y todo el ambiente adverso creado por el propio presidente electo Trump, en torno a otras empresas automotrices.
Ford quedó como la automotriz sumisa, cobarde, que no resistió las presiones del multimillonario, pero el resto de las armadoras empezando por General Motors y Toyota aparecen como sentenciadas a doblar las manos o pagar las consecuencias.
Ahí es donde hace falta el trabajo del titular de la SRT, para tratar de negociar que los anuncios sean menos dañinos tanto en su forma como en su fondo.
Ese recular de Ford le costó miles de millones de pesos al país en reservas internacionales para frenar la especulación cambiaria que desató.
No nos debe quedar ninguna duda de que, tan pronto como el viernes de la próxima semana, la administración republicana de Donald Trump iniciará con la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Y no nos podemos llamar a la sorpresa porque ya nos había anunciado la ruta crítica de lo que busca este tipo: si en un plazo de seis meses no consigue en la renegociación del acuerdo comercial lo que busca, en el verano anunciará la decisión del gobierno de EU de salirse del pacto trilateral.
Y que no haya la más mínima duda de que lo va a hacer, de que busca una renegociación ventajosa, con toda esa mala uva que ya ha dejado ver en los casos de Carrier y Ford, con toda esa amenaza alevosa que ha demostrado con General Motors y otras empresas que sí han sido valientes para defender sus intereses.
El secretario de relaciones con Trump deberá hacer lo más tenue posible ese tránsito hacia la nueva realidad mexicana de tener un vecino hostil, de depender de una economía que hoy tiene un gobierno que nos aborrece.
La SRT deberá también asumir funciones de coordinación del equipo negociador del TLCAN o bien el presidente deberá nombrar a un secretario del área correspondiente que tenga los tamaños para emprender una agresiva renegociación del acuerdo comercial.