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Hoy 13 de septiembre del 2016 se cumplen 169 años de la Batalla del Castillo de Chapultepec, un suceso doloroso que se enmarca en la guerra que nuestra nación sostuvo contra la invasión estadounidense entre 1846 y 1848 y que culminó con la pérdida de más de la mitad de nuestro territorio. Si tal disminución territorial no hubiera ocurrido, en la actualidad nuestros compatriotas no serían inmigrantes ilegales en Texas, Arizona o California; andarían huyendo de la migra en Oregon, Idaho, Kansas, Oklahoma y otros estadosnorteños. Como los gringos quisieron que la confiscación de nuestras tierras no pasara a la historia como un acto de pillaje sino como una operación de compra-venta, nos dieron por 2 millones y medio de kilómetros cuadrados 15 millones de dólares. Además, para incrementar la política del buen vecino les dimos facilidades de pago: 3 millones a la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo y luego, cuatro cómodas anualidades de 3 millones. Más barato ni lo que se pensó originalmente pagar por los terrenos de San Mateo Atenco.

Pero el motivo esencial de citar el conflicto bélico es porque tradicionalmente en la fecha de hoy nuestro país conmemora no la derrota de un ejército mal pertrechado, disminuido y bajo el mando de un presidente de la República ausente, Antonio López de Santa Anna, con un índice de popularidad de 29%, sino la epopeya de un puñado de valientes cadetes del Colegio Militar que por su arrojo pasaron a la historia como los Niños Héroes.

Para desarrollar vínculos patrióticos entre sus connacionales los países necesitan de ritos y mitos. Uno de los grandes mitos, conservado como verdad absoluta durante poco más de 100 años, que hemos tenido los mexicanos fue el de los Niños Héroes. Hasta que a Ernesto Zedillo en su carácter de secretario de Educación Pública se le ocurrió desmitificarlos y los dio de baja de los libros de texto. (Al parecer uno de sus asesores le hizo creer que al igual que Santa Claus y los Reyes Magos, eran los papás).

Confieso mi ignorancia sobre el regreso del mito de los Niños Héroes a los libros escolares de texto, pero ya confirmé que están de regreso. Más que un mito es una exageración de un hecho real aparecido en una crónica de Guillermo Prieto en 1881.

Según los historiadores Salvador Rueda y Amparo Gómez, el Castillo de Chapultepec era sede del Colegio Militar; a sabiendas de que el ejército yanqui lo iba a atacar, los profesores dieron el día libre a los cadetes; no obstante eso, algunos decidieron quedarse. (Según otros historiadores, ese día los alumnos no tenían clases porque los profesores eran de la CNTE).

Cuentan Rueda y la maestra Gómez que eran alrededor de 50 alumnos los que decidieron participar en la batalla para ofrecer su vida en defensa de la patria. “La historia sólo recuerda seis de esos nombres: Juan de la Barrera, Fernando Montes de Oca, Francisco Márquez, Agustín Melgar, Vicente Suárez y, sobre todo Juan Escutia, quien es conocido por todos por envolverse en la Bandera mexicana al sentir la batalla perdida y arrojarse al vacío para impedir que el lábaro fuera capturado por el enemigo”.

El relato, según los mencionados historiadores, es difícil de creer, sobre todo cuando se ve el peso y tamaño de la bandera. Pero yo recuerdo mis clases de historia en tercer año de primaria, donde un buen maestro nos hacía sentir ganas de imitar al heroico cadete por defender a nuestra nación. No importa si sucedió o no, lo que persiste es el símbolo de amor a la patria.

Frente Nacional 
contra el amor

Según su vocero, Rodrigo Iván Cortés, la marcha convocada el sábado pasado por el Frente Nacional por la Familia para protestar por el matrimonio igualitario reunió a más —¿qué tanto más?— de un millón de personas en 120 ciudades de la República; sin embargo, el periodista y escritor Ricardo Raphael en el periódico El Universal le enmendó la plana al panista de extrema derecha y escribió: “Según los diarios locales no fueron más de 400 mil personas quienes participaron en 8 de 32 entidades y en sólo 16 de las cien ciudades medianas o grandes con que cuenta el país”.

Por su parte, la brillante periodista Sanjuana Martínez en el periódico virtual sinembargo.com razona así: “Las imágenes de gente que exigen eliminar los derechos de otras personas son verdaderamente tristes. Claro que tienen derecho a manifestarse libremente. Ése no es el punto. La cuestión es, por qué manifestarse para lastimar y perjudicar a otros seres humanos. ¿En qué les afecta el legítimo matrimonio entre parejas del mismo sexo”.

El mencionado señor Cortés (lo Cortés no quita lo Savonarola) fue entrevistado por Denise Maerker, quien lo cuestionó con preguntas que le haríamos cualquier persona que piense libremente. Nunca respondió de manera concreta. ¿Qué es mejor —preguntó Denise—, un niño adoptado por una pareja de hombres o de mujeres que le darán amor o que se quede en el orfanatorio? Se quedó callado.

Colofón

Niños, vamos a echar una porra a nuestra institución. ¿Sale? Síííí. ¿Dónde está papá? No sé. ¿Dónde está mamá? No sé. ¡Arriba, arriba, hospicio San José!

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