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Del medio centenar de populismos que han gobernado el mundo desde 1990, la corriente populista mexicana que triunfó en 2018 se parece más a la de Venezuela y Nicaragua, sobre todo en el manejo de los resortes que desde el poder le permiten agarrar lana: eso, agarrar lana.

Aquí, el ejemplo más reciente es el eufemismo de Reforma a las Afores, con el cual el actual gobierno disfraza el robo de 40 millones de pesos a las personas mayores de 70 años que, por voluntad propia no han usado todavía ese dinero, ahorrado en sus años laborables.

El populismo venezolano, convertido desde 2010 en dictadura criminal, impuso una ley para que sus funcionarios compren los bienes que expropió a sus opositores. Se llama Ley Antibloqueo, con la cual está devolviéndose lo robado. O sea, agarrar la lana.

Con eso, el dictador Nicolás Maduro vende, bajo confidencialidad, inmuebles y empresas confiscados a particulares desde la llegada del populismo al poder en febrero de 1999. Los vende a familiares y amigos. Él puede decir que no tiene dinero: ellos lo refaccionan, a la orden.

El populismo nicaragüense, convertido desde 2012 en un sistema fascista de odio de clases, estableció la Ley de Inmovilización y Decomiso a Favor del Estado, con la cual acaba de disolver y despojar de todos sus bienes a la Universidad Centroamericana y a la Orden de los Jesuitas.

Así, el dictador Daniel Ortega se roba las propiedades de sus adversarios. Una reedición de La Piñata Sandinista: el gobierno comunista (que perdió el poder en 1997) se robó cinco mil fincas, casas y departamentos que confiscó a las clases medias y altas con reformas sociales y agrarias.

En México ha pasado de noche, porque sucedió a principio del actual régimen, pero el presidente de México cuenta, desde el dos de julio de 2019, con la Ley Nacional de Extinción de Dominio, que le permite quitarle todo lo que posee toda persona que sea acusada de un ilícito.

Dice le Ley: “Puede disponer de forma anticipada de bienes inmuebles, dinero en cuentas y efectivo incautados, sin esperar veredicto judicial, aunque después el acusado resulte inocente”. O sea, nuestro presidente tiene poderes similares a Nicolás Maduro y a Daniel Ortega: dos sátrapas.

Pero el robo de las Afores no es contra enemigos políticos: es más abusivo aun, pues las Afores custodian el dinero de los trabajadores, lo reinvierten y hacen crecer en beneficio de ellos, quienes, gracias a las Afores, saben cuánto poseen y pueden poner su lana donde haya mejores rendimientos.

En realidad, todo eso de Cuarta Transformación es un discurso político de personas que quieren el poder y los bienes de otras personas.

Está visto.