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El populismo, dice Roger Bartra, no es una ideología estructurada, es en realidad una cultura. Tiene ciertas constantes ideológicas, como el estatismo, el nacionalismo, el colectivismo, el capitalismo de estado. Ahora, desde Hugo Chávez, el reeleccionismo.

Tiene también un tono común de discurso: reivindicativo, pobrista, antioligárquico, anticapitalista, normalmente antinorteamericano. Y siempre antigubernamental.

El discurso populista es por excelencia el discurso del movimiento bueno contra el gobierno malo. Prospera en el descrédito de los sistemas políticos vigentes, normalmente sobrepasados por las demandas no satisfechas de la modernización, en alianza con los intereses afectados por esta.

Los movimientos populistas se nutren del descrédito de los partidos políticos y de la ineficacia de los gobiernos. Diría más: del descrédito de la política y de los políticos.

Su promesa esencial es una reivindicación de derechos escritos y no escritos: derecho a la igualdad y a la justicia, a los beneficios del desarrollo, a la representación política, a la política misma.

En su última expresión instrumental, el populismo es una puja de clientelas excluidas por espacios políticos y rentas del Estado.

Su instrumento por excelencia es la creación de clientelas de beneficiarios.

Lo característico de los movimientos populistas es introducir nuevas clientelas al erario. Por ello terminan con frecuencia en crisis fiscales que se llevan todo lo ganado.

Característico también es el discurso antiinstitucional y la encarnación del movimiento en un líder carismático que habla al pueblo por encima y a pesar de las instituciones.

El populismo es entonces la tentación política permanente de sociedades desintegradas, con desarrollos desiguales, con instituciones políticas desprestigiadas.

Es decir, es el resultado de una economía que deja fuera contingentes enormes. Y de una política que no es suficientemente incluyente. Como las nuestras, las de América Latina. Véanse solo las cifras de pobreza de las dos economías mayores del continente: México y Brasil.

Entonces, lo primero que hay que entender de la tentación histórica del populismo es que nace de la realidad misma, de la realidad insatisfecha.

El populismo es una respuesta, mala pero una respuesta a las modernizaciones incompletas que destruyen lo viejo sin incorporarlo.

(Mañana: 3. La mafia en el poder)

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