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En la última edición de “Sin Fronteras” hablamos de la inversión de la curva de tasas de interés en Estados Unidos, un fenómeno inusual en el que las tasas que pagan los bonos del Tesoro de corto plazo es superior a la de los bonos de largo plazo.

Asimismo, analizamos cómo dicho fenómeno suele ser presagio de una recesión en la mayoría de las ocasiones que se presenta.

El hecho de que los inversionistas estén dispuestos a recibir un rendimiento menor por sus inversiones a largo plazo que por sus inversiones a corto plazo se debe a que éstos perciben una desaceleración en la actividad económica que forzará a la Fed a bajar las tasas de corto plazo en poco tiempo.

Aunque la mayoría de los especialistas coinciden en que la desaceleración actual de la economía global se podría prolongar a lo largo del año, son todavía pocos los que anticipan una recesión en los próximos 18 o 24 meses.

El ciclo de expansión económica actual se ha convertido en uno de los más prolongados de la historia.

Desde la Gran Depresión de 1929, la economía estadounidense ha experimentado una recesión cada cuatro años en promedio, y a partir de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial en 1945, las recesiones han ocurrido cada cinco años en promedio.

Esto cambió a partir de 1980, cuando comenzó un ciclo conocido como la Gran Moderación. Durante este ciclo, que finalizó con la crisis financiera del 2008, las recesiones se hicieron menos frecuentes y mucho menos profundas.

El ciclo actual de crecimiento, que comenzó en julio del 2009, está por convertirse en la etapa de expansión más larga de los últimos 90 años, superando el ciclo de marzo de 1991 a marzo del 2001.

Tomando en cuenta la creciente evidencia de desaceleración y el presagio de la inversión de la curva de tasas, resulta prudente cuestionar cómo será la próxima recesión.

Lo más probable es que la siguiente recesión sea muy diferente a la Gran Recesión del 2008-09, que se suscitó a raíz de la explosión de una burbuja de apalancamiento, que al reventar tuvo consecuencias devastadoras sobre la economía en general.

La siguiente recesión probablemente sea más parecida a una recesión normal de características cíclicas, comúnmente provocada por alguna o varias de las siguientes razones: I) un ajuste de inventarios a causa de una sobreproducción; II) una caída en la demanda agregada por un choque externo; y/o III) un error de política fiscal o monetaria.

Las recesiones cíclicas suelen ser mucho más cortas y poco profundas, siempre y cuando las autoridades económicas sean ágiles en aplicar las medidas correctivas necesarias.

Sin embargo, esto no es motivo de tranquilidad, ya que el arsenal de herramientas de política económica para mitigar una nueva recesión se ha mermado considerablemente con respecto al inicio de la última recesión.

Durante la Gran Recesión, las autoridades financieras de las principales economías a nivel global utilizaron todo su arsenal de política monetaria, y en menor medida de política fiscal, para implementar una serie de medidas extraordinarias de política económica para amortiguar la crisis.

Por un lado, los bancos centrales han reducido las tasas de interés a niveles cercanos a cero y en algunos casos han implementado tasas negativas, además de medidas heterodoxas de política monetaria, como los estímulos cuantitativos que han generado una ola masiva de liquidez.

Aunque la Fed podría reactivar su programa de inyecciones de liquidez y reducir las tasas de interés a cero o incluso implementar tasas negativas, estas medidas podrían contribuir a la gestación de una nueva burbuja en los mercados financieros

Por otro lado, la política fiscal se encuentra limitada por el creciente nivel de endeudamiento y déficit fiscal en Estados Unidos como resultado de los estímulos fiscales implementados en el 2018, cuando eran totalmente innecesarios.