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Después de haber vuelto a tocar sus niveles mínimos de los últimos cinco años en marzo, los precios del petróleo han mostrado una ligera recuperación y parecen estar entrando a un periodo de estabilización.

El comportamiento en los precios del crudo durante los últimos seis meses es consecuencia de un cambio fundamental en la dinámica entre la oferta y la demanda de petróleo a nivel global que está estrechamente relacionado a un reacomodo dramático de fuerzas y estrategias entre los principales productores de petróleo a nivel mundial.

Para entender esta transformación vale la pena remontarnos al periodo comprendido entre el 2007 y mediados del 2014, cuando los precios del petróleo -excluyendo el periodo de la crisis financiera entre octubre del 2008 y diciembre del 2009- promediaron 95 dólares por barril. Durante este lapso, se popularizó la teoría de Peak Oil o Petróleo Cumbre, la cual en resumen proponía que el nivel máximo de producción de petróleo había sido alcanzado y que la producción agregada de petróleo a nivel global entraría en una decadencia irreversible.

La teoría no pretendía argumentar que las reservas totales de petróleo se estuvieran agotando, pero sí que los yacimientos con mayor viabilidad económica para extracción ya habían sido descubiertos y/o explotados de tal manera que la producción futura dependería de la extracción de crudo cada vez más costoso.

Con el beneficio de la retrospección, queda claro que las predicciones de la teoría de Peak Oil fueron prematuras ya que no dimensionaron correctamente el impacto dramático que los avances tecnológicos tendrían sobre la posibilidad de extraer crudo de formaciones anteriormente inviables desde el punto económico.

El perfeccionamiento de las técnicas de perforación horizontal y de fracturación hidráulica de roca (conocida como fracking en inglés) en combinación con un entorno de precios del petróleo altos detonaron un boom en la producción de petróleo a partir de formaciones de roca tipo shale ubicadas a grandes profundidades en diferentes partes de Estados Unidos como Texas, Dakota del Norte y Nebraska. Esta revolución catapultó a Estados Unidos del cuarto al primer lugar de producción mundial de petróleo en tan sólo siete años, pasando de 8.5 a 12.3 millones de barriles diarios entre el 2007 y el 2013 y rebasando a Arabia Saudita.

Históricamente, Arabia Saudita ha tenido una influencia única y notable sobre los precios internacionales del petróleo al gozar de reservas gigantescas y capacidad de producción ociosa, lo que le permite aumentar o disminuir su producción de crudo de manera ágil. Esta situación convertía a Arabia Saudita en el swing producer; es decir, aquél que podía columpiar el mercado hacia un lado o hacia otro con la simple decisión de cuánto recortar o aumentar su producción.

Con la revolución del shale oil hay quienes argumentan que Estados Unidos se ha convertido en un nuevo swing producer pero con costos de producción que son considerablemente más altos que los de Arabia Saudita. Aunque el nuevo entorno de precios bajos ha hecho inviable, desde el punto de vista económico, la extracción de shale oil de los pozos más marginales y ha desincentivado la perforación de nuevos pozos, queda claro que cualquier alza en los precios tendrá el efecto contrario, incentivando un aumento importante en la producción de shale oil. Para los expertos, este aumento podría ser de hasta 1 millón de barriles diarios.

En ausencia de choques geopolíticos, los expertos anticipan que el nuevo paradigma petrolero implica que el precio del crudo debe situarse en una banda entre 50 y 70 dólares por barril.