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Históricamente, los economistas y los principales observadores de tendencias económicas y de mercado siempre han sido proclives a colocar nombres o etiquetar los episodios más relevantes de la historia económica con nombres como la Gran Depresión en los años 30, el New Deal que le siguió, la Gran Moderación en los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI y la Gran Recesión que comenzó en el 2007 y término en el 2010.

A partir del final de la Gran Recesión vivimos un periodo al cual los especialistas generalmente se refieren como la Nueva Normalidad. Este periodo se ha caracterizado por una trayectoria de crecimiento económico muy moderado y niveles de desempleo inusualmente altos, a pesar de una vorágine sin precedentes de estímulos monetarios tanto tradicionales como no convencionales.

Durante este periodo, también hemos sido testigos de uno de los bull markets o mercados alcistas más inesperados y dramáticos en la historia económica de Estados Unidos. De finales del 2009 los tres principales indicadores bursátiles de Estados Unidos, el índice Dow Jones, el S&P 500 y el Nasdaq han tenido un incremento aproximado de 60, 80 y 90%, respectivamente. Aunque se podría argumentar que el alza viene de niveles muy bajos, también es cierto que los mercados han alcanzando nuevos máximos históricos que están 21, 27 y 56% por arriba de los máximos registrados antes de la crisis en el 2007.

Desde el punto de vista económico, la Nueva Normalidad se ha cumplido a cabalidad, la economía de Estados Unidos ha crecido a una tasa muy moderada y el empleo se ha recuperado a un ritmo aun más lento. Sin embargo, los mercados han tenido un alza sin precedente que en gran medida ha sido explicada por la vorágine de actividad y expansión monetaria de parte de la Fed y otros de los principales bancos centrales del mundo.

La pregunta es: ¿qué pasa con los mercados cuando se acabe la gasolina de la actividad monetaria? Para los más optimistas, estamos entrando a una nueva etapa a la que llaman la Nueva Nueva Normalidad o la Nueva Neutralidad. Esta etapa se caracteriza por una mejoría más tangible en la actividad económica y el empleo aunada a un retiro muy gradual de estímulos monetarios y un nivel de tasas de interés por debajo de los niveles históricos. En este escenario, las utilidades de las empresas deberían acelerar su ritmo de crecimiento, actuando como principal sostén de los mercados.

Durante los últimos cinco años hemos vivido una batalla entre la falta de crecimiento económico y la gran ola de liquidez creada por los bancos centrales. Ahora, estamos entrando a una nueva etapa donde la batalla se librará entre el retiro de la liquidez y la aceleración de la actividad económica.

Para los menos optimistas el mercado está por entrar en una etapa de reversión en la cual el crecimiento de las utilidades de las empresas no será suficiente para llenar el vacío que dejará la normalización de la política monetaria.

Hasta ahora, los que han apostado por no pelear con la Fed sin duda han ganado la partida. Sin embargo, la misma filosofía nos alerta que los mercados son vulnerables a un ajuste, ya que el retiro del experimento más grande de política monetaria en la historia de la humanidad difícilmente será remplazado por una etapa de crecimiento extraordinario.