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La llegada de la pandemia ha tenido un impacto temporal y otro fundamental en el mundo del petróleo. Ante el paro, casi total, de la actividad económica ante la imposición de medidas para enfrentar la pandemia, los precios del petróleo tocaron un mínimo histórico en abril de este año, a nivel intradía el precio incluso fue negativo.

La reapertura de actividades ha contribuido a un repunte en los precios del petróleo que hoy se ubican cerca a 40 dólares por barril (en el caso del Brent). A pesar de la recuperación, el precio actual está casi 40% por debajo del nivel de 66 dólares del cierre del 2019 y muy lejos del nivel máximo de los últimos cinco años de 83 dólares registrado en enero del 2018.

Aunque algunas compañías, como Pemex, apuestan todavía a una fuerte recuperación en la demanda global de crudo que impulse los precios a los niveles previos a la pandemia, otras compañías globales de petróleo se preparan para una nueva normalidad muy diferente. En particular vale la pena observar el nuevo enfoque de British Petroleum (BP), una de las petroleras más grandes del mundo.

Para BP, la era de supremacía del petróleo como principal fuente de energía está en proceso de agotamiento acelerado. BP planea invertir hasta 5,000 millones de dólares al año en energías renovables anticipando que la producción de gas y petróleo podría disminuir hasta 40% en la próxima década.

La apuesta de BP se basa en un escenario en el que la demanda de petróleo se podría recuperar a sus niveles precrisis en los próximos dos años para después caer hasta 50% para el 2050.

Aún en su escenario más optimista, BP anticipa que la demanda anual de petróleo se estancaría cerca del nivel precrisis de 100 millones de barriles diarios para los próximos 20 años (actualmente la demanda se ubica cerca de 92 millones de barriles diarios).

Este escenario contrasta con los 130 millones de barriles de demanda global que BP contemplaba apenas hace un año. Para BP, la caída en la demanda de crudo es parte de una nueva normalidad que se genera como consecuencia de un conjunto de fuerzas incluyendo cambios regulatorios, cambios tecnológicos y cambios fundamentales en el comportamiento de la sociedad en países desarrollados y en China.

Algunos ejemplos de estos cambios incluyen la proliferación de los vehículos eléctricos, la tecnología que permite reuniones remotas más eficientes y los cambios en los hábitos de las compañías y personas que pueden ahorrar una gran cantidad de recursos en viajes y traslados.

Si se añade la creciente oferta de energías renovables, que BP estima podría crecer a un múltiplo de 10 veces y contribuir con casi 40% de la oferta global de energía para el 2050, el panorama para la demanda de energías fósiles no es nada alentador. Este nuevo enfoque de invertir en energías renovables no es exclusivo de BP.

Otras grandes petroleras como Shell y Total han adoptado estrategias similares. Lejos parecen los días del Peak Oil, la teoría popularizada entre el 2007 y el 2013 que proponía que el nivel máximo de producción de petróleo había sido alcanzado y que la producción agregada de petróleo a nivel global entraría en una decadencia irreversible.

La teoría no pretendía argumentar que las reservas totales de petróleo se agotarían pero sí que los yacimientos con mayor viabilidad económica para extracción ya habían sido descubiertos y/o explotados de tal manera que la producción futura dependería de la extracción de crudo cada vez más costoso.

Esta teoría claramente estuvo equivocada al subestimar el impacto dramático de los avances tecnológicos para extraer crudo de yacimientos que antes eran económicamente inviables.

Esta nueva normalidad adoptada por BP apuesta por un nuevo paradigma petrolero en dónde la demanda de crudo a nivel global solo va en una dirección: a la baja; y en donde la incógnita es simplemente la magnitud y velocidad de la disminución.