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Hay rubros -como el de mercancías- con algunas presiones, pero no lo suficientemente fuertes como para encender una alerta.

Si usted ve que los banqueros centrales mexicanos resisten estoicos los embates contra el peso y no le meten mano al mercado con las reservas internacionales, no fue porque su bolita mágica les adelantó que la moneda se recuperaría esta semana.

Si pueden ver cómo se da una sangría de capitales extranjeros en el mercado de dinero y no les ofrecen de inmediato un premio mayor vía la tasa de interés para que no se vayan, no es por un desinterés en lo que algunos llaman con desprecio capitales golondrina.

Y si se pudo observar cierto barullo en el búnker del Banco de México (Banxico) no fue por una angustia por la situación de los mercados, sino porque fue cumpleaños de Agustín Carstens, el gobernador del banco central.

La realidad es que la tranquilidad vigilante que mantienen los que toman decisiones monetarias responde al dato que confirmó el Inegi con la más reciente medición correspondiente al mes de mayo.

Y es que en México la inflación hoy no es un problema y no lo ha sido durante ya muchos años; además, la estabilidad de precios es bastante hegemónica en este país. Sólo que hay una luz amarilla, tenue, que se enciende en el tablero de control.

Evidentemente, en resultado de inflación negativa de 0.45% de mayo pasado influye básicamente el subsidio que se aplica en la temporada de calores en algunas partes del norte del país.

Ése es todo un tema que tendría que discutirse en el futuro, sobre todo ahora que hay que recortar los gastos, pero esos recursos públicos usados para pagar una parte de la cuenta de la luz de algunos mexicanos beneficia la inflación general.

Tampoco estaría mal transparentar la reducción que han tenido diferentes tarifas eléctricas en el país que se adjudican a la eficiencia energética, porque, otra vez, aplicar subsidios para provocar una baja artificial sería una muy mala noticia macroeconómica en estos momentos.

Más allá de los precios ligados a la coyuntura, la inflación que elimina esos precios tiene un registro anual de 2.93 por ciento.

Hay rubros como el de mercancías que tienen algunas presiones, pero no lo suficientemente fuertes como para encender una alerta en el tablero; este subíndice tiene una medición de inflación anualizada de 3.55 por ciento.

Cuando se escarba en ése o en otros rubros donde interviene el factor cambiario sí se pueden ver algunas presiones, pero con un impacto marginal en el resto de la medición de precios.

Sin embargo, en la inflación al productor se ven más directamente los efectos cambiarios en los precios. Mientras la inflación al consumidor marca una línea casi recta, los precios al productor parecen una cuesta arriba y eso puede permear en poco tiempo los precios al menudeo.

Son ya muchos meses de amenaza de que es inminente que el dólar le pegue a la inflación y simplemente no sucede. La medición es confiable.

Es un hecho que los costos intermedios crecen y que hay que mantenerse al tanto de esa variable. Por lo pronto, que considere como regalo de cumpleaños el gobernador Carstens el registro bajo de la inflación general a los consumidores.