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¿Qué tiene que hacer un país cuando la mitad de la inflación que tiene como meta para todo un año la alcanza en tan sólo una quincena?

Básicamente encender las luces de alerta, tomar las decisiones de política monetaria necesarias. Y muy importante, tratar de generar confianza entre los agentes económicos que el aumento sustancial de los niveles inflacionarios es algo meramente temporal.

El aumento del Índice Nacional de Precios al Consumidor durante la primera quincena de enero de 1.51% es como uno de esos indeseables dolores de crecimiento. Es derivado de algo que no debió existir en la economía mexicana desde hace tiempo y eso es el control de precios de los combustibles.

El proceso de liberación del precio de las gasolinas ha dejado, además de una enorme animadversión hacia la clase gobernante, una burbuja en los precios que se suma a las presiones derivadas de la depreciación del peso frente al dólar.

A pesar de la necesidad de tener precios libres para las gasolinas, fue una muy mala idea combinar esta determinación con la peor parte de la pesadilla de la toma del poder de Donald Trump.

La inflación anualizada está fuera de los parámetros de lo que hemos visto en los últimos años, está alejada de la meta que tiene el Banco de México (Banxico) de una inflación de 3%, más-menos un punto porcentual.

La inflación en estos momentos marca un registro de 4.78% anual en su medición general, de 8.02% en la inflación de los productos de precios volátiles como energéticos o productos del campo. Y una inflación central, subyacente, de 3.72 por ciento.

Esta fotografía numérica nos permite ver dónde están los riesgos para la inflación en las quincenas por venir. Es el traspaso de los fuertes aumentos en los precios de los energéticos al resto de los precios, lo que puede mantener la inflación fuera de cauce durante largo tiempo.

Es verdad que la actividad económica se mantiene deprimida y eso ha limitado el aumento de la demanda agregada pero no debe ser la apuesta el mantener una economía aletargada para cuidar la inflación.

Con estos datos disponibles, no parece haber más camino para el banco central mexicano que mantener la política monetaria restrictiva y continuar con el incremento de las tasas de interés.

El costo del dinero en México tiene que moverse en dos carriles ascendentes: el que marque el cambio de la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos y aquella avenida que se comprometa con las presiones inflacionarias.

Con estos datos inflacionarios también cobra una importante relevancia el recuperar una voz de autoridad en el Banco de México. Agustín Carstens, responsable como es, no deja de atender los asuntos monetarios del Banxico. Pero su futura salida de la institución lo hacen parecer como más ocupado de hacer las maletas para irse a Suiza que de una inflación, que toca la puerta, de 5 por ciento.

Al mismo tiempo, hace falta que otras autoridades anulen esa sensación de anarquía que se percibe en muchos precios. Por ejemplo, muchos prestadores de servicios de transporte público en diferentes estados han incrementado sus tarifas sin autorización. No sólo provocan más inflación, sino que se burlan del poder de la autoridad.

Pueden pasar varios trimestres antes de que en este país podamos regresar a la meta inflacionaria que hasta hace no mucho tiempo tuvimos como uno de los grandes valores macroeconómicos mexicanos.