Elecciones 2024
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Hasta el día de hoy todos sabemos lo que sucedió el sábado pasado durante la Eurocopa con la selección de Dinamarca, quien vio caer a su jugador danés, Christian Eriksen al césped mientras se enfrentaban ante Finlandia.

La noticia nos conmocionó a todos, a los que veían el partido y a los que no estábamos frente al televisor pero que la alerta dentro de las aplicaciones deportivas nos llega al celular.

El sentimiento deportivo siempre provoca, seamos o no seguidores del equipo y estemos o no frente a una pantalla siguiendo la jugada en el minuto a minuto. Este tipo de eventos repentinos en jugadores profesionales nos dejan sobresaltados.

Eriksen, mediocampista que juega para el Inter de Milán se dirigía a un costado de la cancha para realizar un saque de banda y siendo el minuto 43 se desplomó de golpe quedando boca abajo frente a todo el estadio del Telia Parken de Copenhague.

Eso fue lo que pasó y cuando ni los cronistas, ni los camarógrafos, ni mucho menos nadie sabe explicar lo que está pasando ante los ojos de los millones de espectadores en el mundo, es que terminas cayendo en la misma incertidumbre. ¿Qué pasó? ¿Por qué no aparece? ¿Por qué no nos muestran? ¿Qué le pasó? Y así una decena más de preguntas.

Estamos acostumbrados a ver y a darle rienda suelta a nuestros impulsos, y uno de ellos es querer saberlo todo y mucho más si lo que sucede frente a nosotros tiene que ver con algún tipo de acto no común, de esos dolorosos, sangrientos, hirientes y ajenos.

Quien está detrás de una cámara sabe bien que hará su trabajo si se acerca, si logra la imagen, y mejor dicho el momento exacto en el que pasaron los hechos y las emociones de quien observa son trastocadas. Eso más allá, también es parte del morbo, de querer ejemplificar algo que no conocemos y lo tomamos de manera extraña.

Extraña porque a quien le pasa no lo conocemos, y por ello creemos tener mayor derecho de amplificar la imagen, de pasar un video una u otra vez deteniendo en el momento del accidente para cerciorarnos de aquello que luce tan apartado a nuestra realidad.

En los partidos de fútbol siempre hay escenas morbosas que nos atraen a todos y tiene que ver con el drama y sus respectivas emociones: el dolor de una fractura, el enojo de una pelea y la sorpresa de algo tan inesperado como un hombre o una mujer que corren desnudos por el campo o que alguien sufra un infarto y caiga al campo frente a los ojos de todos.

En esta ocasión, el capitán de Dinamarca Simón Kjaer, el número 4 fue quien tomó la batuta y como buen líder corrió a ayudar a su compañero y después a coordinar a todo el equipo a salvaguardar la integridad y el terrible momento que todos estaban viviendo, en especial Eriksen.

Kjaer corrió a verificar qué le había pasado al mediocampista y al verlo conmocionado, le tomó la lengua para retenerla y que este no se ahogara tanto por la posición de estar boca abajo como la de no saber si venía algún tipo de convulsión.

Después reunió a todos para hacer un círculo o una especie de valla para que ninguna cámara pudiera capturar la vulnerabilidad de un hombre en el campo.

Usted ya ha visto cientos de imágenes del momento, pero esta en particular la rescato porque quien pudiera predominar siendo el héroe buscando los reflectores, aparece de espalda. El número 4 no está viendo a la gente, ni a nadie más sino a su compañero y al personal médico que ya hacía sus labores para poder reanimarlo.

No dejaron un solo espacio, incluso con la duda, el dolor, la sorpresa y la duda de saber qué estaba pasando, muchos dieron la espalda y se enfrentaron como equipo.

Son pocas las veces que esto sucede, muchas veces unos jugadores se quedan pasmados y distribuidos a distancia en el campo, pocos piensan en proteger y achicarse.

El llanto aparece en los rostros de estos hombres que tenemos al frente, sin contar con el desconcierto del equipo técnico y el pasmo de los seguidores que no entendían a bien qué sucedía desde las gradas.

Y allí a distancia, la esposa de Eriksen entrando en tremenda consternación hasta bajar a la cancha para que alguien le dijera qué estaba pasando con su esposo.

Kjaer continuó su labor de ir a controlarla y limitarla a acercarse, al final él sabía todo, él había tenido todo frente a sus ojos, entre ellos su cuerpo entero inmóvil y anulado.

El juego se suspendió y unos 20 minutos más tarde, los jugadores volviendo a la cancha sabiendo que el mediocampista había reaccionado e incluso había enviado un mensaje de que el juego debería de seguir.

La imagen es la que viaja a todas partes sin ningún tipo de limitante, lo vimos todos, en el momento y tiempo después y lo único que vimos fue a un equipo de futbol siendo una pandilla, un grupo de hombres que se unieron pensando en proteger a uno de los suyos.

La rapidez de las redes sociales nos hizo a todos llegar hasta la cancha y querer quitar al menos a alguno de ellos para saber qué sucedía, pero por suerte no pasó, porque al final hemos de entender, dentro de las contradicciones del mayor alcance que hemos tenido en la historia gracias a una imagen, es que hay escenas y momentos que no nos debería interesar atestiguar.

Eso incluye cualquier tipo de momento íntimo o personal, y dentro de ellos está un infarto o un accidente aparatoso que ponga en riesgo la vida y la integridad de quien la sufre.

Equipo nos falta ser a muchos y entender que no todo se tiene que ver, ni para entender ni para creer. La vida pasa y lo que no mostramos o no nos dejan ver, suele ser lo que menos se llega a olvidar.

La imagen de equipo - 02b52454cd5915ed69682bf4a48eab7eaef86778w
Foto: EFE/EPA/Wolfgang Rattay