Elecciones 2024
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Por recomendación de un amigo, Fernando Balmori, que vive en Xalapa, ayer por la tarde me disponía a escribir una especie de juego de palabras a propósito del enunciado publicitario gubernamental: “Lo bueno casi no se cuenta pero cuenta mucho”, donde pensaba mezclar una serie de frases, tales como: “Lo bueno entre más te cuesta menos se cuenta”. “Si lo que cuesta ya es tuyo, en tu tres de tres no cuenta”. “La cuesta de enero para un político ni cuesta ni cuenta”. “Todo lo que le cueste al erario para el político no cuenta”. “El voto ciudadano cuesta pero no se cuenta”. “Procura que de lo malo nadie se dé cuenta. Si se dan cuenta, hazles ver lo que les va a costar”.

En fin. En esas estaba cuando me enteré de la muerte del insigne investigador en la materia de las ciencias políticas, el célebre Giovani Sartori, nacido en Florencia el 13 de mayo de 1924 y muerto antes de ayer en Roma a los 92 años de edad.

Seguro estaba yo de tener un libro de tan distinguido pensador que, tal vez, como a menudo me sucede, leí de manera somera. Como tengo un problema con los estantes de mis libros, en los que tres empleados me han ayudado a barajearlos -el último que vino me dijo: córtele antes de irse-, me di a la tarea de buscar el libro.

Sabía yo que sólo tenía uno y estaba seguro de que éste era imposible que fuera Homo Videns, libro que me fue imposible conseguir y que contenía una crítica muy profunda a la televisión. Sólo para que el lector compruebe los terrenos que Sartori pisaba en relación con este medio, he aquí una reflexión del pensador: “El problema es que el niño es una esponja que registra y absorbe indiscriminadamente todo lo que ve (…) El niño formado en la imagen se reduce a ser un hombre que no lee, y, por lo tanto, la mayoría de las veces, es un ser ‘reblandecido por la televisión’, adicto a por vida a los videojuegos”.

Después de mucho buscar entre mis desordenados libros donde están revueltos nuevos y viejos, éstos con un olor que a mí me gusta aunque, por desgracia, el polvillo del tiempo me produce una tos que en este caso me duró toda la noche, di con el libro de marras: La democracia en 30 lecciones, que, paradójicamente, fue el resultado impreso de unas cápsulas de tres a cuatro minutos que Sartori transmitió en el horario estelar de las 20:30 en la Radio y Televisión Italiana.

La democracia en 30 lecciones es un libro de 144 páginas, fácil de leer si consideramos que derivó de sus charlas televisivas que el profesor emérito de la Universidad de Columbia de Nueva York y de la Universidad de Florencia procuró hacer de fácil comprensión para el público popular al que fueron dirigidas.

Yo ayer a pesar de la tos, que, me sucede desde que dejé de fumar, devino en fiebre y que hizo muy difícil que pudiera conciliar el sueño, le di una releída y elegí la lección 14 sobre la Igualdad por considerar que dice algo de suma importancia para la vida en general y la nuestra en particular.

Comienza con un pensamiento de Aristóteles: “Injusticia es desigualdad. Justicia es igualdad”. El mismo filósofo griego distingue entre igualdad “aritmética” (o numérica) e igualdad “proporcional”. Pone un ejemplo: En el primer caso todos deben tener un pie talla 42 y sólo se reparten zapatos de dicho número. En el segundo caso cada quien tiene su pie y, por lo tanto, los zapatos son de diferentes tallas.

Existen variados tipos de igualdad: política, económica, jurídica y hasta lo que llama “igualdad jurídica radical” (nada para nadie). Pero, hoy en día, la igualdad más importante es “la igualdad de oportunidades”, que puede entenderse en dos formas diametralmente opuestas: En el primer caso se pide el mismo reconocimiento para los mismos méritos y las mismas capacidades. Por lo tanto, esta igualdad produce una meritocracia: carreras iguales para capacidades iguales, igualdad de oportunidades para llegar a ser “desiguales”. En el segundo caso se pide que se igualen las condiciones del punto de partida. Así, mientras que la igualdad de acceso elimina obstáculos la igualdad de los puntos de partida exige producir esos puntos.

En los principios de la Revolución Francesa , Jean Paul Marat escribió; ¿De que sirve la libertad política a quien no tiene pan? La pregunta de Marat, en opinión de Sartori, tiene una interrogante paralela: El que renuncia a la libertad a cambio de pan es un estúpido. Si la libertad no da pan es probable que tampoco lo dé la falta de libertad.

En su libro escribió Sartori: “Como puede verse, el problema de la igualdad es bastante complicado”. Y concluye: “Hay que comprender que todo depende de hacer iguales -igualmente sometidos a las mismas leyes- a los igualadores”. “Cómo iguales a quienes igualan” es un problema de libertad política (de ingeniería constitucional) y, desde luego, no es un problema de igualdad material.

Con el psiquiatra

-¿Cómo estoy, doctor?

-Mal. Padece usted una enfermedad llamada cleptomanía. Le sugiero que se inscriba en cualquier partido político. Ah… ¡y devuélvame mi encendedor!