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Estamos cerca de cumplir un año desde que se reconoció el primer caso de Covid-19 en México. La visión gubernamental era que se trataba de algo pasajero, con pocas víctimas y que no requería muchas medidas emergentes, ni en lo sanitario ni en lo económico.

Siempre el factor ideológico ha estado presente en el manejo de la pandemia y en todo lo que hace la 4T. Eso de no usar un cubrebocas parte, en buena medida, del recuerdo que genera en López Obrador la medida adoptada por el gobierno de Felipe Calderón, cuando la pandemia de la influenza AH1N1, en el 2009, de obligar al uso de la mascarilla.

Y en la parte económica, este gobierno siempre pensó que ayudar a un trabajador a sortear la crisis derivada de la pandemia era equivalente a ayudar a un banquero. Así, desde el principio, la 4T dejó a su suerte a millones de agentes económicos, trabajadores y empresas, que veían como se diluían sus fuentes de ingreso con las medidas de confinamiento.

Otra característica muy marcada de la 4T es la incapacidad para corregir lo que no funciona. Es una combinación entre la testarudez de seguir sus ideas al costo que sea y la impericia para elaborar cambios sobre la marcha.

La realidad de la pandemia ha implicado, en lo sanitario cientos de miles de personas muertas, y en lo económico, una recesión profunda que no encuentra todavía el camino de la recuperación.

El fondo de la crisis económica estuvo en el segundo trimestre del 2020, con aquella caída histórica de -18.7% del Producto Interno Bruto, pero a partir de ahí el incipiente repunte del otoño fue interrumpido por el incremento de los casos de Covid-19 por las fiestas de fin de año.

Ya empezarán a fluir los datos que demuestren el tamaño del bache económico actual. Pero entre los primeros que aportan información oportuna y contundente del estado del mercado interno son los establecimientos afiliados a la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales.

Los datos negativos de la ANTAD iniciaron desde abril del año pasado, con resultados tan malos como esa caída seriada de abril de -22.9%, mayo -19% y junio -17.9 por ciento. El derrumbe se frenó en octubre y noviembre, que con todo y su extendido Buen Fin, registró incrementos en sus ventas inferiores a 3% en cada uno de esos dos meses.

Pero la fragilidad de la economía se mostró en diciembre y enero, cuando regresaron los números rojos. La ANTAD reportó, -6.2% en diciembre y una caída de -8.2% en el mes pasado.

La economía está estancada, la incipiente recuperación se interrumpió, el mercado interno es el más afectado y apenas empezamos a ver las consecuencias de ese abandono gubernamental.

Van a cerrar restaurantes, cines, centros comerciales, tienditas de la esquina, infinidad de actividades terciarias que no volverán a operar.

Ni hablar de muchos sectores industriales o la construcción que están en recesión desde el 2019.

Esa es la realidad hoy de la economía mexicana y los datos empezarán a documentar esa situación.