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La decisión de China de devaluar su moneda la semana pasada ha tenido y seguirá teniendo repercusiones importantes a nivel global. El movimiento ha detonado una serie de especulaciones sobre las razones de fondo detrás de la decisión.

La versión oficial es que la decisión es parte de un proceso gradual a través del cual el gobierno chino disminuirá su intervención y liberará el mecanismo de flotación del yuan.

El nuevo liderazgo chino ha tenido en la mira el deseo de que el yuan se convierta en una moneda de reserva a nivel mundial, pero para que esto suceda su liberalización es una condición necesaria.

Aunque la explicación oficial tenga cierta verdad, está claro que hay otra razón de mayor peso detrás de la decisión: la economía china está en un proceso de desaceleración mucho más profundo que lo anticipado por el mercado; algunos observadores especulan que las cifras oficiales de crecimiento podrían estar artificialmente infladas.

La decisión de devaluar el yuan está mucho más ligada a impulsar la competitividad de las exportaciones chinas y así estimular la economía. La desaceleración de la economía china no es ningún secreto, ya que su modelo de crecimiento se encuentra en una etapa de transición en el mejor de los casos y de agotamiento en el peor de ellos.

El modelo de crecimiento económico chino de las últimas décadas ha tenido dos grandes motores de crecimiento acelerado: i) la industria manufacturera de exportación, donde China ofrecía ventajas competitivas claras en términos de costos de producción y ii) la inversión pública en infraestructura. Sin embargo, estos dos motores han llegado a su fase de rendimientos decrecientes.

Ante la inevitable desaceleración, China ha implementado una serie de estímulos fiscales y monetarios importantes, incluyendo cuatro recortes a la tasa de interés, una disminución en los requerimientos de reservas de los bancos y la compra directa de acciones en el mercado local. Sin embargo, el impacto de los estímulos monetarios está siendo limitado por el mecanismo cuasi fijo actual del tipo de cambio.

Normalmente, cuando un país aplica una política monetaria expansiva —ya sea reduciendo las tasas de interés o con estímulos cuantitativos como Estados Unidos y Japón—, una de las consecuencias directas es la depreciación de la moneda (como ejemplo, ver lo que le está sucediendo actualmente al euro y al yen o lo que le sucedió al dólar entre el 2010 y el 2014).

Esta depreciación juega un papel importante como mecanismo de estímulo para el sector exportador. En el caso de China, su régimen de tipo de cambio cuasi fijo ha atrofiado uno de los canales de transmisión de los estímulos monetarios. Mientras que durante los últimos 12 meses las monedas de otros países exportadores que compiten con China, como México, Japón, Indonesia, Corea, Tailandia y Taiwán, se han depreciado 26, 21, 18, 16, 11 y 10%, respectivamente, el yuan había permanecido sin cambio frente al dólar. Sin embargo, aun con el movimiento de la semana pasada, el deslizamiento de los últimos 12 meses del yuan frente al dólar es de apenas 4.3 por ciento.

En el fondo, parecería que China quisiera moverse hacia una mayor liberalización del yuan, que sin duda traería una mayor devaluación. Hasta ahora no lo ha hecho por las posibles repercusiones políticas —los enemigos de China en EU clamarían por la imposición de barreras comerciales—. No obstante, la desaceleración podría forzar a China a acelerar su proceso de liberalización del mecanismo de tipo de cambio y esto podría arrastrar a otras monedas emergentes a una mayor depreciación.