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La inevitable postulación como candidato a la Presidencia de Donald Trump no es un accidente, y para muchos es el resultado de una combinación de factores que incluye un descontento con la situación económica, la ignorancia y el miedo.

La creciente popularidad de Trump y sus ideas radicales —una especie de mezcla entre el populismo y el fascismo— no se podrían entender sin la ansiedad de ciertos sectores de la clase media estadounidense que se han convertido en el blanco perfecto de su demagogia. Estos sectores están principalmente compuestos por lo que hasta hace unos años era la clase media tradicional estadounidense: las familias blancas, casi siempre sin educación superior, con jefes de familia empleados en el sector industrial de ese país.

A pesar de que la economía de aquel país ha mostrado una recuperación considerable desde las profundidades de la crisis económica del 2008-2009, la percepción de un sector de la clase media estadounidense es que su nivel de vida es inferior al que tenía antes de la crisis.

Un vistazo a dos indicadores comúnmente señalados como medidas de bienestar pinta un panorama que difiere mucho con una situación de crisis. Por un lado, el PIB per cápita en Estados Unidos se encuentra en su nivel más alto de la historia, en 54,600 dólares, muy por arriba del máximo precrisis de 48,300 dólares en el 2008.

Por otro lado, entre el 2010 y el 2015 se han creado 14.1 millones de nuevas plazas de trabajo, cifra muy superior a los 8.6 millones de empleos perdidos entre el 2008 y el 2009. Sin embargo, estas cifras no dan ninguna indicación de la distribución del ingreso y es aquí donde están los orígenes del descontento.

Aunque la tasa de desempleo ha disminuido de un máximo de 10% en el 2009 a 5%, otras cifras del mercado laboral arrojan evidencia de que la calidad de los empleos creados durante la poscrisis es inferior a la de otras recuperaciones. Esto ha resultado en una gran cantidad de gente que ha tenido que tomar empleos de medio tiempo en lugar de trabajos de tiempo completo o que se ha tenido que conformar con un salario inferior al que tenía antes de la crisis.

Normalmente los periodos de alta creación de empleo son acompañados por un incremento en los salarios reales y aunque la recuperación del mercado laboral está en su sexto año, es apenas ahora que comenzamos a ver un crecimiento en los salarios reales.

De acuerdo con un estudio publicado por el Pew Research Center hace unos días, la proporción del ingreso agregado de los hogares representada por la clase media ha disminuido considerablemente, pasando de 62% en 1970 a 43% en el 2014. Mientras tanto, la proporción del ingreso agregado de los hogares que va al sector de altos ingresos pasó de 29% en 1970 a 49% en el 2014.

Este deterioro en la distribución del ingreso no necesariamente son malas noticias para la clase media. De acuerdo con el mismo estudio del Pew Research Center, el ingreso medio de las familias de la clase media ha aumentado 34% entre 1970 y el 2014. Este incremento es claramente inferior a 47% de los hogares de ingresos altos pero superior a 28% experimentado por los hogares de ingresos bajos. No obstante, en términos demográficos, los más afectados han sido aquellos hogares en zonas urbanas con niveles de educación más bajos, cuyos puestos de trabajo han escaseado. En muchas ocasiones, estos puestos de trabajo eran en la industria manufacturera que han sido llevados a otros países como consecuencia del libre comercio.

Aunque la economía de EU se encuentra en una mejor situación que antes de la crisis, para un sector de la población las cosas sin duda han empeorado. La demagogia de Trump va directamente enfocada a este sector y hasta ahora ha encontrado un fértil territorio de apoyo.