Elecciones 2024
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Leí en la columna de Carlos Loret de Mola, “Historias de Reportero”, en El Universal, del pasado jueves, que entre los argumentos en contra de la Ley 3de3 esgrimidos por los senadores “uno surgió en la recta final de las negociaciones y resultó sorprendente, inusual… sincero. Senadores de varios partidos políticos, agrupados en una especie de bancada improvisada, llegaron a la mesa con un planteamiento: estaban dispuestos a votar que fuera obligatorio presentar la declaración patrimonial, incluso que pudieran tener acceso a ella las autoridades fiscales y anticorrupción, pero bajo ningún concepto que estuviera disponible al público en general. ¿Por qué? Porque tenían dos familias, y una no sabía de la otra. Presentar su 3de3 les implicaría un desastre personal”.

Hasta aquí lo transcrito de la columna del inteligente periodista. Lo que sigue es de mi cosecha: sin más autoridad que la que me concede el sentido común, pienso que los legisladores deben ser un ejemplo de moral y buenas costumbres y que tener dos familias sin que una sepa de la otra y viceversa es una transgresión a la ética. Por lo tanto, les debería de arder la cara de vergüenza a los senadores que se escudan en una falta de conducta social para eludir el cumplimiento cabal de una ley que ha sido promovida por los ciudadanos, que somos los que tenemos derecho a saber el patrimonio de los gobernantes y funcionarios públicos así como la procedencia de éste, la ausencia de conflictos de interés en el cargo que desempeñan y su cumplimiento de las normas fiscales.

Escamotear a la sociedad esta información con tal pretexto genera en mí la necesidad de manifestarle a la bancada de la casa chica, dos mantras mexicanos de los que según el maestro italiano de la meditación Prem Dayal, sirven para la liberación del espíritu: “Me vale madres”. “Ése no es mi pedo”.

La casa chica es una tradición mexicana a punto de fenecer; se le ha llamado segundo frente y, después del advenimiento de la televisión, canal dos. Su origen data desde la conquista de México por los españoles. Se fundamenta en el concubinato que produce una familia secundaria cuya existencia ignora la familia principal (la casa grande). El hombre corre con los gastos de la segunda familia y la visita de manera irregular, al argüir trabajo en otras ciudades y pretextos similares. En la mayoría de los casos, la segunda mujer sabe de la existencia de la primera familia, es el hombre, con su labia y capacidad para mentir, quien le hace creer que ella es la dueña de su amor, pero no puede divorciarse por motivos económicos, pragmáticos o humanos: “Entiéndelo, mi amor, dormimos en recámaras separadas, pero estamos casados en régimen de bienes mancomunados, con el divorcio perdería la mitad de lo que tengo; me quedaría sin dinero para mantenerte a ti y a nuestros hijos”. “Todo el dinero proviene de la herencia de mis suegros, como soy el administrador, de ahí sale para la manutención de ustedes, pero si ella llega a enterarse que tengo otra familia, me cierra la llave de la lana”. O bien, “mira, no puedo dejarla ahora que tiene cáncer de mama y está en proceso de quimioterapia, si se alivia hablaré con ella del divorcio”. (Ojalá y le haga metástasis, piensa la segunda mujer).

En una sociedad machista como la nuestra, el hombre que tiene varias mujeres o que es capaz de mantener otra familia goza de un estatus superior en potencia sexual y en capacidad económica. Afortunadamente, esta tradición, como dije en el párrafo anterior, está en vías de extinción, debido a la emancipación de la mujer, al alto costo de la vida, e, inclusive, a las redes sociales: “Papá quiero tomarme una selfie contigo para subirla al Facebook”.

De regreso al tema de la bancada de la casa chica, por obvias razones no sabemos los nombres de quienes la forman, pero así en abstracto, les daré un consejo: con la misma retórica y con el poder de persuasión que utilizaron para ganarse el voto de sus electores, hablen con sus familias; háganles ver que no son ángeles sino hombres y como tales, tienen debilidades y flaquezas, pero que entre éstas no está la falta de caballerosidad ni la irresponsabilidad; por el contrario, ante el error cometido, reaccionaron con hombría de bien y con responsabilidad, al aceptar y mantener a la mujer mancillada y a los frutos de su concupiscencia. Piénselo, no será fácil. Las cosas pueden ponerse difíciles, sobre todo en la casa grande. “¿A dónde vas? Tengo pleno en el Senado. ¿Por qué no te llevas a junior y a la nena para que vean cómo trabajas? Los niños en el Senado se aburren. Lo que pasa es que vas a ir a ver a la puta y a los bastardos”.

Sé que el camino que propongo no es fácil, la otra alternativa es la renuncia a ocupar cargos públicos donde tengan que hacer su declaración 3de3. Lo que los ciudadanos no vamos a permitir es privarnos de saber sus patrimonios, la procedencia de éstos, si hay conflicto de interés en su cargo y si están al corriente en el pago de impuestos, nada más para que ustedes no vivan un desastre personal.

La Ley 3de3 es una exigencia de la ciudadanía que, por ningún motivo, está dispuesta a ser su alcahueta.