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Parece el guion de una película de esas muy malas. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) lanza la bomba del Informe General de la Cuenta Pública del 2019. En él, se pone especial interés en una de las grandes pifias de este gobierno: la cancelación de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco.

Los titulares de un costo de 331,000 millones de pesos por la cancelación de esa obra, de acuerdo con el informe de la ASF, no merecían otra respuesta en la conferencia mañanera del Presidente que aquella de que él tiene otros datos. Hasta ahí, la normalidad.

Donde se da el giro de película chafa es en esa manera de recular de la Auditoría y de su titular, David Rogelio Colmenares Páramo, para aceptar, en unas cuantas horas, que se equivocaron. Así, sin más.

Esta acción descalificó el informe, pero sobre todo a la institución que presumía autonomía técnica de la Cámara de Diputados y de paso centró la discusión de toda la Cuenta Pública del 2019 en los graves errores de la auditoría de la cancelación del NAIM.

Fue entonces cuando el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, ese que estuvo tan ausente durante buena parte de la intentona de atentar contra la autonomía del Banco de México, salió de inmediato a decir que “por primera vez revisaba el informe de la ASF” y que había errores básicos de 75% en el monto estimado. En sus redes sociales y en cómodas entrevistas, le ponía los números de la 4T a la destrucción de la imagen de esta importante instancia de revisión del uso de los recursos públicos.

Con todo ese aparato echado a andar, y de paso con la ayuda distractora de la Fiscalía General de la República que lanzaba la bomba del caso del gobernador de Tamaulipas, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, el gobierno pasó de presunto responsable a víctima de un “compló” de la ASF para dañar a la 4T y agradar a sus adversarios.

Parecía como la realización de uno de esos sueños salvajes del actual régimen en contra de los organismos autónomos. Y, de hecho, de uno de los más importantes, el que vigila cómo se gasta el dinero público. Y así, en unas cuantas horas la ASF era desmentida, desprestigiada, despedazada en la mañanera y de paso buscando que sea descabezada. Es tan perfecta la jugada que parece un montaje.

Las fallas en la auditoría de las cuentas de la cancelación del NAIM son muy evidentes, menos dramáticas de lo que dice el secretario Herrera, pero sí parecerían puestas como un dulce para que el gobierno hiciera lo que finalmente hizo, evidenciar una supuesta mala fe y destrozar la fama pública de la única autoridad que tenía el país para revisar de forma autónoma lo que este gobierno tan opaco está haciendo con el presupuesto.

El ofendidísimo gobierno de Andrés Manuel López Obrador no aceptará nada menos que la destitución de Colmenares y la designación de un nuevo titular de la ASF que sepa ubicarse en esa línea de su transformación. Con esto, da un golpe más, uno maestro, a los órganos autónomos e independientes que le quedan al país.