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Ante la falta de estímulos fiscales y medidas para otorgar liquidez a las empresas, queda claro que la principal apuesta de nuestro gobierno a la recuperación está en la implementación del T-MEC y la recuperación de la economía de Estados Unidos (EU).

La tesis de esta apuesta es que México debería ser el principal beneficiario de la nueva era de la relación comercial y política entre China y Estados Unidos, caracterizada por crecientes fricciones a pesar del Acuerdo Comercial Fase 1 firmado por ambas potencias hace un par de meses. Aunque la escalada en el enfrentamiento geopolítico entre China y EU da un nuevo impulso a esta tesis, la dinámica no es nueva.

México viene ganando mercado a China en el envío de mercancías hacia EU desde hace una década gracias a una mejoría en la competitividad relativa de nuestras exportaciones.

Esta mejoría en competitividad observada en la última década estuvo basada en varios factores entre los que destacan: I) la depreciación relativa del peso frente al yuan; II) la creciente estabilidad macroeconómica en México; III) una creciente percepción de que el Estado de Derecho y la protección a la propiedad intelectual son más robustos en México que en China; IV) la calidad del capital humano en nuestro país; y V) el alza, en su momento, de los costos de transporte.

Aunque algunos de estos factores claramente han perdido peso, el cambio en la relación geopolítica y comercial entre EU y China posiciona a México como un beneficiario natural por su ubicación geográfica y gran integración logística a la cadena de suministro norteamericana.

La mudanza de plantas manufactureras de China a México, permite a las empresas tener un ciclo de producción e inventarios más ágil, eficiente y confiable. México tiene todo para convertirse en la central manufacturera y logística de América del Norte pero para lograr esto es primordial generar un entorno confiable para la inversión.

Aunque el deterioro en la relación China-EU le viene como anillo al dedo a México, la tesis corre peligro de estancarse o revertirse. La competitividad mexicana enfrenta limitaciones por factores como la presencia de monopolios públicos y privados que implican costos elevados de servicios claves como energía.

Mas allá de éstas limitaciones, la variable que constituye el desafío más grande para que México se beneficie de esta coyuntura es la creciente percepción de debilidad en el Estado de Derecho. Así como en bienes raíces lo más importante es “location, location, location”, para la inversión privada lo más importante es “Estado de Derecho, Estado de Derecho, Estado de Derecho”.

La falta de certidumbre jurídica introducida por decisiones gubernamentales como la cancelación de la planta de Constellation en Mexicali, la cancelación del NAICM, la renegociación de los contratos de gasoductos, y los recientes cambios regulatorios en el mercado eléctrico, constituyen un fuerte golpe a la confianza de los inversionistas.

Adicionalmente, el clima de creciente violencia en algunas zonas del país también juega en contra de México como destino de inversión. La entrada en vigor del T-MEC es, sin duda, una buena noticia cuyo impacto se puede diluir significativamente si no se toman decisiones que generen un entorno propicio para la inversión.