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Hace un par de días, el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó la revisión de su Perspectiva Económica Mundial con cambios menores a sus estimados de crecimiento económico global y regional para el 2018 y el 2019.

Asimismo, el análisis del balance de riesgos del FMI encuentra condiciones favorables en el corto plazo e identifica la oportunidad de realizar cambios estructurales, sobre todo en los países desarrollados, para generar condiciones que faciliten el manejo de la siguiente recesión.

En este sentido, el FMI lanza una advertencia sobre la trayectoria creciente del déficit fiscal y la deuda pública en Estados Unidos. Como hemos expresado en este espacio, el gobierno de Estados Unidos ha decidido embarcarse en un agresivo plan de estímulos fiscales cuando parece que no lo necesita.

Normalmente, los estímulos fiscales se utilizan como herramienta de política económica para combatir una recesión, aumentando el déficit y el endeudamiento de manera temporal. También es normal que una vez terminada la recesión, los gobiernos responsables busquen restaurar el equilibrio en las finanzas públicas y reducir el endeudamiento público como porcentaje del PIB.

La administración Trump y el Congreso republicano están haciendo lo opuesto. De acuerdo con datos del FMI, la deuda pública como porcentaje del PIB en Estados Unidos se incrementará de 107% al cierre del 2016 a 111% en el 2020 y 117% en el 2023.

Para dar un poco de contexto, Estados Unidos es actualmente la economía desarrollada más endeudada del mundo después de Japón (236% del PIB) e Italia (131% del PIB).

Para el 2023 rebasaría a Italia y se ubicaría sólo detrás de Japón. Además, Estados Unidos es la única economía desarrollada donde la razón deuda/PIB presenta una trayectoria ascendente para los próximos cinco años.

Esto sugiere que el resto de los países de la OCDE están aprovechando esta etapa robusta del ciclo de crecimiento económico para sanear sus finanzas públicas y generar las condiciones para poder implementar estímulos en la siguiente recesión.

Mientras tanto, Estados Unidos parece estar hipotecando la casa para generar crecimiento en el corto plazo, apostando a la falacia de que las finanzas públicas se deteriorarán menos de lo esperado ante una mayor actividad económica en el corto plazo.

En concreto, el FMI hace una recomendación a que los países se abstengan de bajar impuestos o aumentar el gasto para estimular el crecimiento y que, por el contrario, tomen medidas para reducir la carga de deuda pública para crear margen de maniobra para la siguiente crisis.

Adicionalmente, el FMI argumenta que la política fiscal de Estados Unidos debe ser recalibrada para revertir la trayectoria ascendente de la razón deuda/PIB mediante incrementos en los ingresos del gobierno y una redistribución del gasto público hacia inversión en infraestructura.

Como hemos dicho en este espacio, no resulta sorprendente que Donald Trump quiera manejar la economía de su país como ha manejado sus negocios, con altos niveles de apalancamiento que lo han llevado a renegociar sus pasivos en diversas ocasiones y en otras a litigios e insolvencia.

Lo que resulta sorprendente es que el Partido Republicano, otrora estandarte de la prudencia fiscal, se preste para este experimento de política fiscal que a todas luces traerá consecuencias negativas en el mediano plazo. No debemos olvidar que la gran recesión del 2008-09 se gestó a partir de una burbuja financiera inflada por el sobreendeudamiento del sector privado en economías avanzadas.

Aunque Estados Unidos es la excepción a nivel global, la creciente trayectoria de su deuda pública es un foco de preocupación para todos.

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