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La turística no es la única industria que resultará afectada si desaparecen los canijos puentes: infinidad de plantas fabriles lo resentirán porque debe cuidarse el funcionamiento de calderas, compresoras, hornos y otros artefactos de riesgo, que pudiendo desactivarse tres o cuatro días, requieren ser vigilados por trabajadores con pago extra si el paro es de un solo día, y cuesta más echarlos a andar el mero día de reinicio de labores.

El presidente Andrés Manuel López Obrador supone que la cancelación de esas oportunidades de asueto no lesionará la economía y que la población (sobre todo la escolar) debe cobrar conciencia de lo que se conmemora en el calendario cívico, pero es en función del ahorro que la iniciativa privada prefiere no regresar a la suspensión de tareas el día preciso de la efemérides histórica.

Pero no solo: incontables familias aprovechan los puentes (ni que fueran muchos) para desarrollar actividades ajenas a las escolares y laborales, las más atendiendo pendientes (que nunca faltan) y muchas para pasear en su localidad o viajar a distintos lugares.

Contrario a lo que piensa su jefe, el secretario federal de Turismo, Miguel Torruco, celebró en un tuit los beneficios del más reciente puente: “Un millón 600 mil turistas hospedados en hotel o centro de alojamiento. Ocupación 62.7 por ciento. Derrama económica cercana a cuatro mil millones de pesos”. Y el dirigente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo, José Manuel López Campos, lamenta la intención porque los puentes fomentan la productividad en diversas áreas.

“Para llegar a estos decretos se trabajó durante muchos años, a fin de generar crecimiento, desarrollo y alcanzar mayores y mejores niveles de bienestar”, recordó.También resultará perjudicado el mayor y más exitoso programa comercial-turístico del país, el Buen Fin (hacia el 20 de noviembre): cuatro días de ventas, alquileres de cuartos y vehículos, así como de consumo en restaurantes, que en 2019 representaron la friolera de 120 mil millones de pesos.

Como Presidente, Vicente Fox impuso el recorrido de los días feriados próximos a la fecha de conmemoración (así se estila en muchos otros países). También desde aquel sexenio se aplica el horario de verano, con el propósito de reducir el consumo de energía y atemperar los efectos contaminantes. AMLO, entonces jefe de Gobierno de la capital, expresó su desacuerdo arguyendo el sofisma de que los mexicanos “estamos acostumbrados a despertar con el canto de gallo y a dormir con el canto de grillo”. De ocurrírsele quitarlo, supongo que Manuel Bartlett lo disuadirá.

De lo que piensa sobre los puentes, López Obrador admite que la idea es debatible. Pero quizá la mayor inconformidad no sea la de los sectores productivos sino de los niños y jóvenes a quienes poco o nada puede animar en fechas conmemorativas ponerse a machetear frases célebres y lugares comunes de los héroes que nos dieron patria…

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