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Las multimillonarias inversiones en industria automotriz anunciadas en las últimas semanas –incluida la de GoodYearOxo, productora de neumáticos- da cuenta de muchos factores en favor de la posición favorable en que se encuentra México: estabilidad macroeconómica, mano de obra calificada, posición geográfica clave e infraestructura logística que facilita el transporte de componentes y unidades hacia el mercado más fuerte, la Unión Americana.

Pero en especial continúa favoreciendo la fortaleza que desde hace varios años se viene generando en el corredor industrial Aguascalientes, Guanajuato, San Luis Potosí, Querétaro, entidades que se ubican entre las de mayor crecimiento en su Producto Interno Bruto (PIB), de acuerdo a los indicadores de desarrollo regional del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y del Análisis de Desarrollo Regional de Banamex.

México se ha convertido en el principal clúster automotriz de América del Norte, se informó recientemente durante el anuncio de nuevas inversiones por parte de Ford Motor Company. Y esto detonará no sólo una economía de escalas, sino alta demanda de servicios por los empleos que se generarán.

De acuerdo a datos de la empresa de consultoría KPMG, la industria automotriz establecida en México es la más importante dentro de las industrias manufactureras mexicanas. Aporta aproximadamente 3 por ciento del PIB nacional, 14 por ciento del PIB manufacturero, genera alrededor de medio millón de empleos y –aquí un aspecto clave- representa alrededor de 23% de las exportaciones totales del país, ya que 80 por ciento de los automóviles que se producen en México son para venta de exportación y 60 por ciento del total va hacia Estados Unidos.

En la Unión Americana se está experimentando una reactivación del consumo interno a la par de una paulatina renovación de unidades viejas que se viene registrando desde hace algunos años. Aunada a la necesidad de abatir costos por la industria automotriz mundial –no sólo de carácter laboral, sino logística y de beneficios fiscales, incentivos y ventajas de los acuerdos comerciales internacionales – esto es lo que explica los últimos anuncios de inversión en México, sin demérito alguno de que se percibe estabilidad macroeconómica.

Es claro que las inversiones en la industria automotriz se fijan en proyecciones de mediano y largo plazos. Pero también responden a ciclos económicos de los mercados. Entre 2000 a 2003 y luego de 2006 y 2009 las inversiones automotrices mostraron decrementos  –sobre todo en 2009- por las circunstancias difíciles de la economía de Estados Unidos, el principal mercado.

Guardada toda proporción, cuando en los mercados de la industria automotriz tosen, en las ciudades donde se producen los automotores hay gripe. La capital de Puebla es uno de los ejemplos claros de la relevancia del sector automotriz en la derrama económica y los efectos en cadena de la caída en ventas de vehículos.  Esta es una desventaja dentro de las grandes ventajas.

La llegada de inversiones automotrices desde hace casi un lustro no son tampoco casualidad, sino la necesidad de abatimiento de costos de las productoras, sobre todo en el aspecto laboral y aprovechamiento de beneficios, así como para evitar el disparo de precios en los mercados de destino y los costos que implica la integración de tecnologías para cumplir con las regulaciones de eficiencia en el aprovechamiento del combustible y de cuidado ecológico.

No se explica de otra manera la protesta de poderosos sindicatos como el United Auto Workers que acusó que las empresas automotrices se están ubicando en México “a pagar sueldos de esclavo”.

Una declaración de Sean McAllinden, del Centro de Investigación Automotriz, –publicada por El Economista- señala que el consumidor de Estados Unidos es uno de los grandes beneficiados con los bajos costos de México, ya que el gobierno de ese país dispuso que para el 2025, por cada cuatro litros de gasolina se deberá obtener 87.7 kilómetros de rendimiento. Y esto implica desarrollar tecnologías costosas, incluido el uso de motores turbo. “Por eso, a los fabricantes no les queda otro remedio que trasladar la producción de motores y transmisiones a países con salarios más bajos como México”, señaló el investigador. 

Para el mercado laboral mexicano –no obstante- significaría un beneficio porque los salarios de la industria automotriz aumentarían el promedio de las percepciones no sólo a nivel país sino en particular de las regiones.

Las opciones no son muchas para la economía nacional en el ambiente de menor dinamismo económico internacional, de un consumo interno decaído –por muchos factores, entre ellos la precarización del salario- y ambientes de volatilidad financiera más la perspectiva no clara de una mejora en el mercado petrolero mundial –máxime si en las naciones desarrolladas se busca un uso eficiente de los combustibles más generación de energías renovables.

La oportunidad que están abriendo estas inversiones debe poner el foco de atención en el desarrollo económico positivo que puede generarse, para que los beneficios realmente alcancen a la población.

El tema será no sólo de la derrama económica sino de los ingresos que implicará para la hacienda federal y las estatales. Y esto implica planeación de largo alcance, más allá de las coyunturas sexenales, sobre todo de los gobiernos de los estados. Significa que se haga un uso óptimo de los recursos económicos que se generarán y no que se tiren oportunidades, en beneficio de unos cuantos.

PostScriptum.- Guerrero sigue en el vacío, si es que alguna ocasión Rogelio Ortega lo llenó.

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