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Durante casi medio siglo, entre 1943 y 1989, la Ciudad de México albergó, en uno de sus más bellos espacios, junto al barrio de Chimalistac, en San Ángel, un enorme monumento dedicado a honrar la memoria y custodiar el brazo derecho, guardado en formol, del general invicto de la Revolución Mexicana Álvaro Obregón.

En un libro de Pedro Castro, Y la Revolución Mexicana devoró a sus padres (Edición Kindle), he encontrado la crónica, macabra y desternillante, del viaje por la historia de aquel brazo, desprendido por una metralla durante la batalla de León el 3 de junio de 1915.

Lo terminaron de cortar, pues pendía de piel y cartílagos a la altura del hombro, Cecilio López y el doctor y general Osornio, y fue puesto en formol y entregado a Sanidad Militar, de donde lo reclamó para su custodia el pariente y subordinado de Obregón, Francisco Serrano. Serrano era hombre de fiestas y en una de ellas olvidó el brazo sagrado del general en los brazos profanos de sus acompañantas.

El doctor Osornio, que se sentía de algún modo autor del brazo cercenado, siguió la pista de las “féminas” y encargó a otra, de su confianza, que lo recuperara en la casa de placer donde estaba en Sinaloa.

La encargada, una bella y alta sinaloense llamada Elodia, recuperó el brazo, y lo entregó en la Ciudad de México al doctor Osornio, quien a su vez se lo ofreció a Obregón.

Con humor característico Obregón respondió: “Se lo regalo. A ver qué hace con él”. Elodia se quedó con el brazo, que tuvo su primer nicho de exhibición en la casa de citas donde oficiaba, famosamente activa en las calles de Insurgentes.

Los parroquianos, con frecuencia militares revolucionarios, disfrutaban de la vista del brazo y hasta se lo lanzaban entre ellos en los puntos altos de la borrachera.

Finalmente, el propio doctor Osornio entregó el brazo a la plana mayor de los obregonistas, cuyo sumo sacerdote era Aarón Sáenz, y estos se encargaron de diseñar y hacer el monumento, donde el brazo encontró su primer reposo patrio.

En 1989, sensatamente, el brazo fue retirado del monumento, incinerado y reintegrado a los otros restos del general, en su tumba de Huatabampo.