No sólo bajó con la implementación de su retrógrada política energética a principios del 2019, sino que no ha parado de caer desde entonces
Es un hecho, el momento en el que Petróleos Mexicanos tuvo su mejor calificación crediticia del siglo fue durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, justo cuando se aprobó la reforma energética y se abrió la puerta a un posible saneamiento de la petrolera con la competencia del capital privado.
Y también es indiscutible que el peor nivel de calificación que ha tenido Pemex, al menos por parte de Fitch Ratings, ha sido durante este sexenio de Andrés Manuel López Obrador.
No sólo bajó con la implementación de su retrógrada política energética a principios del 2019, sino que no ha parado de caer desde entonces.
En la escala de Fitch, Pemex logró el grado de inversión de “BBB+” en mayo del 2013 cuando se aprobó la reforma energética de Peña Nieto. Cuando el régimen actual empezó a dar marcha atrás, por la buena y por la mala a esa reforma, la calificación bajó a “BBB-” en mayo del 2019. Desde ahí y hasta ahora la caída ha sido constante y sin freno.
“BB-” en abril del 2020 y el actual nivel de papel basura de “B+” el 14 de julio de este año, además, con perspectiva negativa.
Si tan solo un buen número de mexicanos fuera capaz de entender este grito de alerta que hacen expertos como esta firma de calificación crediticia, no solo no le festejarían a López Obrador sus ideas arcaicas sobre el sector energético, sino que le exigirían tomar acciones inmediatas antes de que esta crisis de Pemex arrastre las finanzas enteras del país.
Y los que le entienden, deben perder el miedo de elevar la voz y exponer abiertamente cuáles son las pocas salidas que le quedan hoy a Pemex antes del colapso.
Los neo estatistas del régimen actual fracasaron y nada los hace cambiar. Pemex está en quiebra técnica y el régimen está en camino de comprometer la poca salud financiera que le queda al país para rescatar su modelo fracasado.
Hay que decirlo sin miedo, Pemex tiene que achicarse, redireccionar sus funciones al mercado de extracción de petróleo y de la mano de la iniciativa privada. El resto de las actividades que sean rentables tienen que pasar a manos de particulares, que tengan mayor competitividad, menos lastres laborales y salud financiera para operar.
Con la Comisión Federal de Electricidad tiene que ser lo mismo. Hay que dejar atrás este accidente histórico encabezado por la dupla López Obrador-Bartlett y regresar a la promoción de energías alternativas, con capitales privados, reducción de costos y una abierta competencia en el suministro.
No somos malos mexicanos, ni antipatriotas, ni conservadores con intereses oscuros por apuntar a una solución que ha funcionado a muchos países del mundo. Sólo hay que despertar del sueño sesentero de una sola persona.
La reforma energética del 2013 ya llegaba tarde, Pemex ya tenía el nada honroso primer lugar en endeudamiento entre las empresas petroleras del mundo.
Pero la interrupción de esa solución mantiene a Pemex altamente endeudada, sin inversiones productivas, con una operación peligrosa por falta de mantenimiento y a ser un foco rojo financiero nacional.
Así que, sin miedo, hay que gritar que hay que recuperar la reforma energética.