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Durante los últimos 12 meses, el dólar estadounidense se ha apreciado de manera considerable y acelerada ante la mayoría de las monedas a nivel global y sobre todo ante las monedas de países emergentes exportadores de materias primas. La apreciación está principalmente ligada a tres factores: i) la gran divergencia entre el ciclo de política monetaria de la Fed y el de los otros grandes bancos centrales del mundo; ii) el desplome en el precio de las materias primas y principalmente del petróleo; iii) la marcada desaceleración de las economías emergentes frente a un mayor dinamismo de la economía estadounidense.

A pesar de que la apreciación ha sido prácticamente generalizada e ininterrumpida, la magnitud de los movimientos ha sido diferente entre países, reflejando cierta discriminación por parte de los inversionistas. Entre países desarrollados, la apreciación del dólar frente al euro (13%); el yen (10%); la corona sueca (16%) y la libra esterlina (7%) ha sido menor que frente al dólar canadiense (20%) y dólar australiano (24%), ya que estas dos últimas economías son mucho más dependientes de la producción y exportación de materias primas, al grado que tanto Canadá como Australia se encuentran ya en recesión.

Dentro del mundo emergente, los movimientos han sido mucho más pronunciados. La masacre de depreciación es encabezada por el rublo ruso (65%); el real brasileño (59%); el peso colombiano (55%); la lira turca (33%); el peso mexicano (25%); el rand sudafricano (22%) y el peso chileno (17 por ciento). Un poco más abajo en la lista podemos encontrar a las monedas emergentes de Asia como el bhat tailandés (12%); el dólar taiwanés (12%); el won koreano (12%); la rupia india (6.2%) y el yuan chino (4 por ciento).

Claramente, las monedas más afectadas han sido las de los grandes exportadores de materias primas que han mostrado un deterioro importante en su cuenta corriente en conjunto con un creciente déficit fiscal a raíz de una disminución en los ingresos del sector público —ligada generalmente a la caída del precio de materias primas y notablemente del petróleo. Estos países con un problema de déficits gemelos, como Rusia, Turquía y Brasil, han sido los más afectados.

La apreciación del dólar también comienza a tener un impacto importante en la economía estadounidense. Por un lado, la apreciación ha mantenido la inflación en mínimos históricos, ya que los precios en dólares de commodities como la gasolina y otros alimentos han bajado considerablemente. Pero por otro, las exportaciones han empezado a sufrir estragos, ya que el dólar ha perdido competitividad frente a la mayoría de los socios comerciales de Estados Unidos.

Ante este escenario, la pregunta del millón de dólares es ¿cuánto más se pueden depreciar las monedas emergentes ante el dólar? Para los pesimistas, la depreciación podría ser aún mayor si la desaceleración en China se agudiza o si algún país emergente grande, como Brasil, entra en una crisis más profunda.

Asimismo, los pesimistas no descartan una caída adicional en el precio del petróleo que sin duda pondría en mayores aprietos a las monedas emergentes. Por el otro lado, los optimistas argumentan que las monedas emergentes y principalmente las de los países menos vulnerables —es decir, los que tienen finanzas públicas relativamente sanas y amplias reservas internacionales— se ven subvaluadas.

Sin embargo, hasta los más optimistas opinan que la subvaluación podría mantenerse o incluso extenderse por varios meses más. Aunque los fundamentales indican que podríamos estar cerca del piso para la mayoría de las monedas emergentes, nadie se atreve a pronosticar cuándo prevalecerán los fundamentales sobre la ansiedad en los mercados.