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El pecado original de Grecia fue la falsificación de las cuentas públicas durante más de una década.

Grecia representa 1.8% del PIB de la zona euro y su deuda asciende a 335,000 millones de euros. Debe pagar 1,700 millones de euros en 11 días, pero no tiene recursos. La Troika podría otorgarle una nueva línea de crédito. No lo hará, a menos que Grecia acepte cuatro condiciones. Uno, recortar su sistema de pensiones, que cuesta 17% del PIB. Dos, reestructurar el IVA, que ahora tiene tres tasas, de 6, 13 y 23%, y debería quedar en dos, de 11 y 23 por ciento. Tres, bajar el número de funcionarios públicos y sus sueldos. Cuatro, incrementar el superávit fiscal, con recortes adicionales de 3,000 millones de euros.

El gobierno de Alexis Tsipras no cede. Decir sí a la Troika significaría traicionar a su electorado. Argumentos políticos aparte, acceder a las exigencias de los acreedores significaría mantener políticas que han traído decrecimiento económico y empobrecimiento de la población, eso es lo que dice Yanis Varoufakis, ministro de Finanzas y economista heterodoxo.

Los contribuyentes del norte de Europa no quieren dar más apoyo a Grecia. Este país ha recibido “apoyos” de 233,000 millones de euros desde que comenzó la crisis, en el 2010. La molestia no se agota en los “apoyos” otorgados. El pecado original de Grecia fue la falsificación de las cuentas públicas durante más de una década. Primero, para entrar a la zona euro y luego, para mantenerse en ella. El engaño se descubrió en el 2009, justo en el momento en el que estalló la bomba de la crisis financiera internacional.

El gobierno de Grecia rechaza calificar como “apoyo” el dinero que ha recibido en los últimos cuatro años. El dinero no ha entrado a Grecia sino virtualmente. Ha servido más para evitar la quiebra de sus acreedores, entre los cuales predominaban bancos alemanes y franceses que poco a poco han sido sustituidos por instituciones multilaterales, como el FMI y el Banco Central Europeo. El periodo de los “apoyos” financieros ha sido un lustro de destrucción económica. El PIB ha caído por 18 trimestres consecutivos y acumula una pérdida de 27 por ciento. El sueldo promedio ha caído 35 por ciento. Las pensiones de los jubilados han bajado 40 por ciento. El desempleo ya supera 27 por ciento.

Las cosas no pueden seguir así. Eso es lo único en que están de acuerdo la Troika y el gobierno de Tsipras. Grecia quiere seguir en la zona euro, pero no a cualquier precio. Prefiere el caos a otra ronda de austeridad, como decía un cartel de protesta en Atenas. Europa quiere que Grecia siga siendo miembro de la comunidad, pero lleva tiempo preparándose para su salida.

¿Cuánto pegaría una salida de Grecia? Ésta es una pregunta que lleva cuatro años en el aire. Nadie tiene una respuesta irrefutable. Pensar en el minúsculo tamaño económico de Grecia puede llevar a subestimar el riesgo. El mayor daño potencial es el contagio que puede irradiar a otros países. Grecia es “too small to fail”, dice Kenneth Rogoff, un gran economista experto en crisis financieras. Grecia es muy pequeña para correr el riesgo de dejarla quebrar. Si se rompe, las astillas pueden hacer daño en muchos lados. Portugal podría contagiarse porque es pequeño y está muy endeudado. Algunos bancos podrían quebrar, empezando con la totalidad del sistema griego. Rogoff afirma que es más barato apoyar a Grecia que arriesgar otra ola de incertidumbre. Los líderes europeos piensan que es tiempo de darle una lección a Grecia. ¿Será? Está por verse quién se lleva la gran lección en esta tragedia.