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Como hija, nieta y bisnieta de militares, como sobrina nieta del general de División Joaquín Amaro, hoy no puedo pasar por alto un hecho que a mí, como seguramente a muchos mexicanos, nos duele profundamente: el agravio de que han sido objeto miembros del Ejército Nacional en La Huacana, Michoacán.

México es un gran país, tenemos una gran nación y contamos con un garante del gobierno y de las Instituciones: nuestras Fuerzas Armadas.

Valor, disciplina y lealtad son las insignias de nuestros militares; luego entonces ¿por qué vejarlos?, ¿por qué degradarlos?, ¿por qué permitir ofensas y deshonor a nuestros soldados?, ¿por qué permitir que los sojuzguen, aún vistiendo su uniforme militar, unos cuantos criminales llamados “autodefensas” en La Huacana, Michoacán?

Estos jóvenes de nuestro Ejército, que portan la bandera nacional en el costado de su camisola, ¿cómo sentirán esos agravios al ser desarmados, secuestrados, empujados y sometidos en el suelo como crimínales por la delincuencia a la que no se le pone un hasta aquí, y que todavía exige la devolución de sus armas de alto poder a cambio de liberar a nuestros militares?

El presidente Andrés Manuel López. Obrador declara que todo conflicto ha de resolverse “sin el uso de la fuerza y respetando los derechos humanos”. En este caso esos derechos humanos fueron los de los delincuentes, luego entonces ¿por qué a los militares no se les respetaron sus legítimos derechos humanos?

Así que, señor presidente, ¿quién va a defender a nuestras Fuerzas Armadas cuando estén en el ejercicio de su función? Y después de este lastimoso hecho, ¿quién va a respetar al Ejército?

Reitero, a mí como a muchos, muchísimos mexicanos, nos duele profundamente lo ocurrido a estos militares. Usted dice, señor Presidente, que este acontecimiento fortalece al Ejército. Me parece que es todo lo contrario.

Yo provengo de una familia de militares. Mi padre, mis abuelos y mis bisabuelos, todos portaron orgullosamente el uniforme del Ejército. Excepto mi padre, los demás antepasados pelearon en la Revolución de 1910.

Sí. Soy sobrina nieta del general de División Joaquín Amaro Domínguez quien luchó para combatir a Francisco Villa, perteneció luego al Ejército Constitucionalista, fue secretario de Guerra y Marina durante siete años y se le considera como el gran modernizador del Ejército.

Se empeñó en la profesionalización e institucionalización de las Fuerzas Armadas, dejando atrás su carácter —del Ejército— caudillesco para transformarlo en un “cuerpo garante del gobierno y del sistema político constituido” … “en un organismo moderno, salvaguarda del gobierno e instrumento de pacificación social”.

Nuestro Ejército Nacional es y ha sido siempre, un cuerpo monolítico, sólido, que ha jurado cumplir a cabalidad con las tareas que le han encomendado los distintos gobiernos. Su lealtad a la Patria ha sido siempre lo primero y más importante, por encima de cualquier cosa

¿Por qué degradarlo?

¡Digamos la Verdad!