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En el Gobierno no pueden sorprenderse de la fuerte reacción de rechazo que ha generado el incremento de la gasolina. Se trata de un bien cuya dimensión económica es difícil de medir con precisión: ¿Cuántas personas que no tienen automóvil son afectadas por un alza de precio de la gasolina?

En vano se esmera el secretario de Hacienda al explicar las razones económicas del incremento de la gasolina. José Antonio Meade se expresa bien pero se encuentra con una audiencia que no está en el mood para escuchar argumentos complicados del tipo contable-económico. El 2016 ha sido un año donde emociones como la ira se han apoderado de los escenarios. Los argumentos racionales, llenos de datos, palidecen frente a la lógica que emerge del territorio emocional. Para la mayoría de los mexicanos, el incremento de la gasolina es una muestra más de que el Gobierno le ha fallado. En redes sociales se ha reenviado millones de veces el spot del presidente elogiando la reforma energética y prometiendo el fin de los gasolinazos.

El secretario de Hacienda está dando la cara y explica los aumentos de la gasolina y el diesel, sin salirse de su terreno. Su argumentación es articulada y, en cierto sentido, clara. El problema para él es que mucha gente no interpreta estas alzas como una muestra de la responsabilidad del Gobierno federal en el manejo de las finanzas públicas. El nuevo precio de los combustibles se vincula con el desorden financiero que han provocado tantos casos de corrupción no castigada: Humberto Moreira, Rodrigo Medina, Javier Duarte, Roberto Borge, César Duarte…

Los funcionarios hacen las cuentas del costo de otorgar un subsidio a las gasolinas. Para bajar el precio un peso por litro se necesitarán 200 millones de pesos diarios, según José Antonio Meade. En su audiencia hay muchos que piensan: “más cara nos cuesta la corrupción”. Efectivamente, es así. Dependiendo de quien la mida, la corrupción es un hoyo negro que se traga entre 2 y 10% del PIB. Esto significa entre 1,400 y 7,000 millones de pesos diarios.

Me gustaría saber si el incremento pudo haberse hecho de otro modo, por ejemplo, yendo por un periodo de 18 o 24 meses para eliminar gradualmente los subsidios y aprovechar el tiempo de transición para ensamblar las piezas del complejo rompecabezas que implica la retirada del gobierno. También me pregunto: ¿no pudieron ayudarle a Meade desde otros ámbitos del Gobierno a mitigar el impacto del gasolinazo? Imaginen por un momento lo diferente que hubiera sido si junto al incremento se hubiera anunciado un recorte del gasto público y la detención de Javier Duarte, además del proceso en firme contra algunos exgobernadores.

La gasolina es combustible y explosiva. Por eso los gobiernos mexicanos han gastado tanto dinero durante tanto tiempo para estabilizar su precio. No pretendo defender los subsidios generalizados, pero asumo que es un arte eliminarlos con eficacia. Cuando digo que se trata de un arte quiero decir que no basta con saber cuánto cuesta algo y transferir ese costo a los usuarios. No hay un doctorado que enseñe cómo implementar un incremento impopular del precio: se trata de entender el momento, los tiempos y el contexto. Hay un agujero en las finanzas públicas y una población enfurecida, ¿es posible atender y resolver los dos?

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