Es obvio que todo el mundo ya sabía de los cambios en el gabinete, que todos los analistas tenían la información privilegiada, que había miles de señales. Claro que todo esto sucede ya que se dieron los cambios. Ahora, sí es verdad que hay momentos determinantes y ventanas de oportunidad para hacer algunos cambios en … Continued
Es obvio que todo el mundo ya sabía de los cambios en el gabinete, que todos los analistas tenían la información privilegiada, que había miles de señales. Claro que todo esto sucede ya que se dieron los cambios.
Ahora, sí es verdad que hay momentos determinantes y ventanas de oportunidad para hacer algunos cambios en posiciones tan importantes como la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Más allá de las fechas emblemáticas, casi fetichistas, en que se han aplicado los cambios en la historia del país, como antes del informe, por ejemplo, pero en el caso de la posición financiera más importante del gobierno federal, esta era una de las pocas fechas probables.
La Ley de Responsabilidad Hacendaria, que nos ha permitido no ver episodios como aquel de aprobar el presupuesto el último día del año, marca que justamente hoy vence el plazo para la presentación del Paquete Económico que el gobierno federal propone al Congreso.
Es justamente en esta fecha cuando el personal de la Secretaría de Hacienda, desde el secretario hasta el más modesto de los funcionarios de esa dependencia, ya terminó de preparar esa propuesta.
A partir de aquí lo que sigue está en manos del Congreso con su discusión, votación y aprobación. Evidentemente será indivisible de la salida de Luis Videgaray de Hacienda el episodio de la visita de Donald Trump a México. Pero en todo caso ese capítulo tan costoso y lamentable como tener a ese tipo en México coincidió con los tiempos prudentes para hacer cambios en esa dependencia.
Hay, pues, muchos mensajes para la grilla y la política interna, pero hacia el exterior hay otras señales que son importantes y positivas.
De entrada, a pesar del cambio no hay un golpe de timón. Ciertamente se fue un secretario identificado con las viejas formas del PRI de gastar más de lo que se ingresa, de endeudar al país con la esperanza de que el mismo crecimiento económico, que nunca llegó, pagara esas facturas pronto.
Pero el que llega implica una continuidad ideológica y de equipo. José Antonio Meade ya fue secretario de Hacienda y si logró el brinco transexenal fue gracias a su amigo Luis Videgaray.
Los mercados ubicarán esta nueva etapa de Hacienda como una de corrección, con la que el nuevo titular tiene el ingrato y difícil trabajo de pasar la enorme tijera por el gasto público y de tener que decir que no a la larga lista de cabildeadores que habrán de desfilar por su oficina y el Congreso con el objetivo de no ser tocados por el recorte al gasto.
El mensaje a los mercados es muy positivo, así lo tienen que asumir.
Y para la grilla interna lo que tenemos es el regreso a Hacienda de uno de los funcionarios más experimentados del gabinete, uno que tiene escaso conocimiento entre los mexicanos y muy bajas opiniones negativas.
El presidente Enrique Peña Nieto cree que una candidatura presidencial se puede construir más fácilmente a partir de un personaje con bajos niveles de conocimiento, pero que concite buenas opiniones y acumule bajos negativos. Meade cumple con ese perfil.
Pero, por ahora, lo primero es enderezar el barco fiscal, que es una tarea complicada y poco popular sobre todo hacia el interior del propio gobierno, con otros poderes, los estados y los municipios.
Sólo me resta decir que considero al exsecretario de Hacienda, Luis Videgaray, como una persona brillante, honesta, muy valiosa, que también sabe cuáles son las reglas del juego político.