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Siempre fotografiamos para recordar aquello que hemos fotografiado, para salvaguardar la experiencia de la precaria fiabilidad de la memoria, lo ha dicho innumerables veces Joan Foantcuberta.

Básicamente las fotos que usted guarda en su teléfono, o en sus carpetas de manera digital le sirven para abrirlas en alguna de esas tardes o noches en donde busca recordar lo vivido. Por ello cada fotografía se convierte en un documento con un valor personal y muchas veces, social.

Las fotografías muestran, especifican, describen y traen a la memoria los propios olores, charlas y diversas situaciones que revivimos con el solo hecho de verlas.

La política requiere de personas que documenten lo que sucede dentro del “ruedo” diario, quienes llegan a encabezar los puestos de mayor poder y jerarquía deben de ser documentadas y no para abastecer los álbumes personales o lo que muchos llaman la egoteca, sino para dejar una evidencia visual en la historia del país.

No es un tema de lujos, tener o no un fotógrafo que esté a tu lado capturando una imagen de los encuentros privados y oficiales, de los acuerdos, de la gente y de las obras o todo lo físico y tangible que ese gobierno deje de estafeta al que sigue.

En el caso de los jefes de estado, o presidentes es aún más importante, todo desde lo más puro y esencial  de su día en su oficina tras un escritorio hasta la cobertura bien planeada de una gira de trabajo a otro país.

El equipo de imagen es necesario, y en estos tiempos es más que obvio que las imágenes fijas y en movimiento son indispensables para informar a una sociedad conectada 24/7 a las redes sociales esperando ser testigos de lo que hace su presidente a la distancia.

Ser fotógrafo a ese nivel y con ese tipo de personajes no es sencillo, es defender tu posición como el que documenta lo que sucede tanto para beneficio propio del mandatario como para el de una nación entera.

Hay personajes que solo se dejan fotografiar, sobre todo en el caso más personal de quien ya lo ha acompañado durante cierto tiempo y le tiene la suficiente confianza para incluirlo en conversaciones y actos sumamente privados.

Es por eso que no solo hay un fotógrafo para un presidente, muchas veces son equipos de trabajo que se utilizan de acuerdo a los eventos y la importancia de los mismos

Es una realidad, e insisto no es un lujo es una exigencia reservada, si así lo quiere ver, incluso de la propia ciudadanía.

Tenemos que saber qué hace, cuándo, cómo, quién lo visita y hasta lo posible todo lo que hace. Así marca la parafernalia política y de la propia comunicación.

Adam Scotti, fotógrafo del primer ministro Justin Trudeau escribió el día de hoy un breve resumen de lo que ha pasado durante un año en materia de fotografía frente a un hombre que se ha encargado de una pandemia que ha paralizado al mundo entero.

Fotografiar a un presidente no es fácil - justin-trudeau
En la foto, Justin Trudeau, primer ministro de Canadá. Foto de Adam Scotti

Hace un comentario en su artículo que nadie te prepara para ser fotógrafo de un personaje así, de tu primer ministro o en nuestro caso, de nuestro presidente;  y tiene toda la razón, nadie te prepara para llegar a ese nivel en donde tu trabajo es tan fundamental y clave para las acciones de una persona.

Por supuesto acciones en su favor, tu trabajo debe de ser sumamente pensado, aunque sean de hechos espontáneos y esporádicos, la comunicación política es exigente en ese sentido.

Se tiene que ser ágil, tener un ojo veloz, se tiene que memorizar los nombres y puestos de cada uno de los personajes que rodean a tu presidente, pero lo más importante debes de tener la prontitud de ir un paso adelante, literal.

Un fotógrafo de política tiene que saber la agenda, la razón de la reunión, los personajes presentes y por supuesto la importancia de la misma, para ir un paso adelante. En México desconfían de ellos, tratan de mantenerlos a la raya, y eso es un grave error.

El trabajo del fotoperiodista lo obliga a intimar con su jefe, y sobre todo esa cercanía a la espontaneidad de lo que pudiera ser en la vida del presidente.

Estos tiempos de pandemia, en donde los propios jefes de estado dejaron de viajar y de continuar su propia movilidad, han obligado a los equipos de comunicación a fotografiar en un mismo espacio, reducido, sin gente y la mayor parte del tiempo frente a una computadora.

Justo Scotti hace referencia a la exigencia de trabajar en ese mismo espacio reducido, aunque en positivo, podría decirles que limitar a un artista visual es obligarlo a observar a detalle y romper la rutina de documentar lo que ya sabe.

Eso da ventajas, porque los detalles salen a la luz, la creatividad despierta y el fotógrafo debe de recordar casi sus orígenes, y componer desde lo propio de quien se divierte tras el lente.

La tarea de quien sigue a un jefe de estado es exhausto, es no tener descansos, es viajar, es convertirse en una sombra de otra persona y tratar de no hacer suficiente ruido. Eventualmente los propios jefes te hacen parte de la inmobiliaria y te dan ese espacio.

Es una lástima que de este gobierno no tengamos buen material y suficiente para que nuestra historia política quede plasmada en imágenes, y aún más importante, en documentos que nos hagan constatar lo que se hizo y por qué no, lo que tampoco se hizo.

Adam Scotti es de los jóvenes fotógrafos que no hay que perderles de vista, si pueden síganlo en su cuenta de Instagram @adamscotti y sepan de lo que les estoy hablando, a través de imágenes.

Hablar en imagen es una maravilla y quien lo logra, es una satisfacción de ir más allá que la comunicación directa y elemental con la que todos hemos aprendido a comunicar.