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El día que el pánico por el desabasto de gasolina llegó a la Ciudad de México se presentó la agenda de cambios que vienen para el sector financiero. No hubo competencia informativa: la guerra al huachicol y el desabasto ahogaron a la información financiera. Es normal porque el frente gasolinero está al rojo vivo. Es normal, pero cuidado: el sector financiero requiere más atención para ser mejor, para ser más cercano al mexicano de a pie.

En Palacio Nacional se dio una catarata de anuncios que tendrán gran impacto para los usuarios del sector financiero en los próximos dos años: planes para reducir drásticamente el uso de efectivo y para ofrecer servicios bancarios a 6 millones de jóvenes de 15 a 17 años; compromiso de la banca de invertir 80,000 millones de pesos en dos años y desarrollar soluciones sin costo para los trabajadores en sus cuentas de nómina; cambios en la forma en que se invertirán los recursos de las afores; proyectos para casi duplicar la población bancarizada, a través de los teléfonos móviles, y una estrategia para incrementar el número de empresas que cotizan en Bolsa.

Lo anunciado equivale a una reforma profunda del sector financiero. En el 2021 tendremos un sector financiero muy diferente al actual, si se cumple la mitad de lo que presentaron ayer la Asociación de Bancos de México, el Banco de México y la Secretaría de Hacienda. México sería un país con servicios accesibles para los grupos de bajos ingresos y más dinámico en la movilización de capitales para proyectos productivos.

Los cambios radicales son necesarios porque México está muy rezagado en algunos indicadores financieros. La Bolsa mexicana tiene menos empresas que cotizan que las bolsas de Perú o Chile. Sólo 28% de la población tiene cuenta de débito en nuestro país. En China es 67%; en India 59% y en Brasil, 41 por ciento. Nuestro referente más cercano es Nicaragua, con 25%, de acuerdo con datos del subsecretario de Hacienda, Arturo Herrera.

Reforma. Nadie pronunció esa palabra porque no cabe en el diccionario del nuevo sexenio. Decir reforma suena a la administración pasada, que gustaba de pregonar sus 12 reformas estructurales. La Secretaría de Hacienda optó por un título más modesto. Le llamó Programa de Impulso al Sector Financiero, pero para su difusión popular podría buscar un nombre más atractivo.

En el afán por tomar distancia del pasado, nadie mencionó la Ley Fintech, que es clave para la implementación de lo que viene, el desarrollo de la banca digital. En la agenda de Hacienda está desmotivar el uso del efectivo, porque será útil para combatir la evasión fiscal y la corrupción y también porque en México se abusa del cash. El 87% de la población usa el efectivo para hacer compras mayores a 500 pesos. Cuando el monto es menor a 500 pesos, el porcentaje sube a 95 por ciento.

Los planes son ambiciosos y realizables, aunque falta resolver algunos asuntos: conectividad de Internet en las zonas más pobres, la “alfabetización” digital de la población y registro único de identidad. Hay espacio para el optimismo. Se nota que hay una buena coordinación entre banca privada, Secretaría de Hacienda y Banco de México. ¿Y el Legislativo? Llamó la atención que ayer en Palacio Nacional no estuvo Ricardo Monreal. En primera fila, estaba la presidenta de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados.