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Ahora resulta que lograr los anhelados triunfos comerciales es una forma de ponerle cadenas al siguiente gobierno para que no pueda descomponer lo hecho hasta ahora.

En unos cuantos días se anunció un acuerdo en principio para tener un Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y México (TLCUEM), el Senado ratificó el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (TPP 11) y se adelantó el próximo fin de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Tres noticias que abonan a que México pueda mantener e incrementar esa actividad que tanto beneficio le ha traído a la economía: el libre comercio.

Pero no, ya a estas alturas estas noticias tan importantes y positivas generan suspicacia para algunos que lo ven como la manera del gobierno federal de ponerle candados a López Obrador para que no pueda descomponer, con su visión populista, la estabilidad interna.

Y es que un acuerdo internacional implica un estatus legal obligatorio de respetar. Eso puede evitar que se manipulen los precios de las gasolinas, por ejemplo.

Dicen los representantes de los candidatos opositores que el gobierno debería congelar cualquier negociación hasta que se defina quién gana las elecciones. Esto sería renunciar a un proceso que lleva años.

El TLCUEM tiene antecedentes desde el año 2000 y lo acordado entraría en vigor en el 2020. Entonces hablamos de largos plazos que trascienden el típico plazo sexenal.

El TLCAN está vigente desde 1994 y el que puso en duda su viabilidad fue el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desde su campaña. Tampoco se debería tener un impasse ante tal amenaza por un asunto de Estado que está más allá de un relevo de gobierno.

Y el TPP 11 es un bloque de respuesta al poderío comercial chino al que México se adhirió desde el 2012, el sexenio pasado, y se mantuvo en las negociaciones hasta este resultado final que sólo le faltaba la ratificación legislativa.

En especial, las negociaciones con Europa y con Norteamérica podrían entrar en un periodo de vulnerabilidad interna. La amenaza populista puede ponerlos en la mira y tratar de boicotear su conclusión, ratificación y puesta en marcha.

La buena fama y la utilidad demostrada de libre comercio tienen que ser defendidas y alejadas del terreno electoral.

Es muy difícil que hoy algo no aparezca tocado por el calor de las campañas y por ese derrotismo de los que quizá, por temor a las represalias, ya dan por ganador a un candidato.

Estas negociaciones son ejercicios de Estado y han participado los sectores productivos que realmente utilizan estos instrumentos. Los argumentos para profundizar en el libre comercio son infinitamente superiores a los que se inclinan por un regreso al pasado de fronteras cerradas.

Sin embargo, la amenaza ahí está. Los que hoy gobiernan y los que quieren gobernar van a usar los acuerdos comerciales como propaganda. El tema está en no usar la estabilidad comercial del país como arma electoral.

Las promesas huecas y estridentes son parte de las campañas electorales, pero en esta ocasión hay alguien a quien sí le podemos creer sus planes de romper lo que no está roto y funciona muy bien. Ése es el punto.

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