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Hay pocas formas de defender al Partido Popular (PP) español y su larga cauda de casos de corrupción. Este partido de derecha puede entregar muy buenas cuentas en el desempeño económico e institucional de aquel país (a veces las cosas se aprecian mejor desde el exterior), pero los casos de abuso del poder para robar y corromper son muchos.

Vale decir que en España las leyes funcionan y el combate a la corrupción es implacable. Tanto que la justicia ha llegado hasta la Casa Real y al partido gobernante. Algo que en México todavía no conocemos.

La trama Gürtel fue el último clavo del ataúd para el PP. Desde el 2009, la Fiscalía Anticorrupción empezó a seguir los casos de una contabilidad paralela de este partido político. Este caso merece un libro, pero baste con decir que este caso inició con la instrucción del mítico juez Baltazar Garzón y acabó con sentencias de la Audiencia Nacional y la destitución de Mariano Rajoy como presidente del gobierno español.

España es una monarquía parlamentaria en la que el jefe del Estado es su majestad el rey Felipe VI y donde se requiere la conformación de mayorías legislativas para ejercer el poder desde la Presidencia.

La más reciente elección general, en junio del 2016, había sido ganada por el PP con Rajoy al frente, pero en la constitución española hay una figura de moción de censura que permite a un número determinado de legisladores buscar que se retire el voto de confianza al presidente.

Es en este punto donde entran las peores sospechas sobre el procedimiento que inició el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) para emprender una moción de censura.

Es discutible si los escándalos de corrupción que envuelven al PP alcanzaban o no a Mariano Rajoy y su gobierno. Hay evidencias de que las personas en el poder no tienen vínculo directo, pero es irrefutable que el partido sí.

El tema es que el PSOE se apreciaba con una terrible hambre de poder. Con ese deseo de llegar a la jefatura del Estado como fuera. Si las urnas no se los habían permitido en tantos intentos, este recurso constitucional podía ser su oportunidad. Y lo fue.

El problema es que hoy España tendrá que pagar enormes costos por esta evidente ambición de poder. El partido socialista se ha lanzado al ruedo con lo más impresentable de la política española para echar a Rajoy de la Moncloa.

Desde los populistas con dirigentes opulentos de Podemos, hasta los separatistas vascos y catalanes que, aunque algunos se presenten como moderados, todos quieren fragmentar España.

La mixtura con la que Pedro Sánchez se ha hecho del gobierno español es impresentable y tendrá consecuencias serias para esa economía. De entrada, ya arremetieron contra los presupuestos, van por mucho más. Porque es obvio que muchos quieren la ruptura y han usado al PSOE como el organismo huésped para llegar al ejercicio del poder.

Más temprano que tarde esta amalgama explosiva que quiere hacer gobierno tendrá que convocar a elecciones generales y es ahí donde buscarán echar mano del enojo popular para afianzarse al poder.

Esas mezclas que hacen los más ambiciosos no pueden adelantar nada bueno. Si se vieran sus intenciones con un poco menos de enojo y de una forma más reflexiva, sería más que evidente el peligro, eso aplica tanto para España como para México.