Elecciones 2024
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Abro un periódico de circulación nacional, con fecha del día de ayer miércoles. En la sección principal leo un anuncio a un cuarto de plana: “Bienvenido papa Francisco. La CDMX es tu casa”. Yo me preguntó, ¿cuándo, su santidad, va a leer el susodicho mensaje si aún no ha llegado a nuestro país? Suponiendo que lo leyera, ¿qué efecto causaría en su percepción sobre una ciudad que le va a entregar las llaves de la misma? A lo más, le confirmaría que las autoridades de la ciudad ven su visita con simpatía. Y para eso, ¿gastar en la inserción de un anuncio? No están los tiempos para andar despilfarrando el dinero en misivas que el interesado no leerá. Alguien podrá decirme: sólo es un cuarto de plana. Sí, pero un cuarto de plana aquí, otro por ahí, un tercero por allá y uno más por acullá, suman una plana con cuyo costo se podrían tapar varios baches. Que yo sepa, los anuncios no son canjeables por indulgencias ni borran los pecados.

Pero, ¿quién soy yo para criticar la inserción de un anuncio de bienvenida adelantado, cuando me propongo escribir un delirio, fruto de mi montaraz imaginación, donde interactúan Jorge Bergoglio y Donald Trump?

El dulce y humilde papa, quien optó por llamarse Francisco, ha roto moldes: rehusó disfrazarse de sumo pontífice, para saludar a la multitud desde el balcón del Vaticano; sólo vistió una simple sotana blanca. Tan pronto como fue elegido, mandó desaparecer el ostentoso “Trono de Pedro”, acabado en oro, utilizado por sus antecesores, lo remplazó con un austero sillón blanco de madera.

El políticamente incorrecto, presbiteriano, racista, millonario, empresario y precandidato del Partido Republicano, a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, se encuentra en el cuarto de guerra de su campaña festejando con su equipo la contundente victoria obtenida, hace unos días, en las primarias en New Hampshire. Estoy en el camino correcto —le dice a su equipo—, llegaré a la presidencia para acabar con los mexicanos, con los musulmanes y demás migrantes que están acabando con la grandeza de América (lo he dicho aquí varias veces: ¿por qué los gringos cada vez que pueden nos escamotean el nombre de nuestro continente para llamar así a su país?). El equipo de campaña de Trump no hace caso del paréntesis que puse, menos de su contenido, y responde a la arenga de Donald:. ¡Hurra! ¡Hurra! ¡Hurra!

“El argentino Jorge Bergoglio es hijo de migrantes italianos. Desde muy temprana edad, percibió las heridas de los inmigrantes alejados de sus raíces. Se agudizó esa percepción con el contacto que tuvo, posteriormente, en las villas miseria de Buenos Aires con inmigrantes bolivianos, paraguayos y peruanos cruelmente discriminados”.

Quien describe al pontífice es la periodista francesa Anne Marie Mergie durante un reportaje que en estos momentos se ve en el televisor instalado en el war room de Trump. El grupo ahí reunido fija su atención en el aparato. La periodista francesa continúa: “No fue casualidad su insistencia en visitar Ciudad Juárez, donde estará el próximo 17 de febrero. Francisco siempre tuvo en mente un proyecto: entrar caminando a El Paso, Texas, como una forma de rendir homenaje a los miles de inmigrantes centroamericanos y mexicanos víctimas de esa frontera”.

Trump apaga el televisor al tiempo que maldice: “Fuck you! Go fuck yourselves, you bunch of fucking motherfuckers!”. Con la riqueza idiomática que tienen los gringos para insultar, todas sus groserías provienen del verbo to fuck.

Una confusión mental, una más a las que es proclive el precandidato Trump, se conjuga con la obcecación a la que es propenso el papa Francisco. Cuando el señor del copete de estropajo escuchó a la periodista francesa hablar sobre el proyecto del obispo de Roma de entrar caminando a El Paso, Texas, lo dio por hecho. Ahora mismo está en la garita de entrada de la ciudad tejana con el afán de no dejarlo pasar.

Cuando el papamóvil salió, un poco después del mediodía, del Cereso donde su ocupante ofició la misa y pronunció un mensaje, el santo padre se bajó del vehículo y caminó, como eran sus deseos, por el puente que comunica a los estados de Chihuahua y Texas.

Trump sale a su paso y le dice que él no puede entrar a Estados Unidos porque es amigo de los mexicanos, que son unos ladrones y violadores. El papa, con una mezcla de ironía y mansedumbre, le pregunta al candidato del copete ridículo: “¿Cuántas veces te han robado, hijo mío? ¿Cuántas veces te han violado?”. Ante tales preguntas, el de la peluca rubia no tiene respuestas. Un agente de la migra, de origen mexicano, le informa a Trump que el visitante es un distinguido personaje al que no se le puede negar la entrada a Estados Unidos. A Trump no le queda más remedio que aceptarlo.

La entrada del papa a Estados Unidos fue triunfal, de todos sitios salían mexicanos y centroamericanos, legales e ilegales para festejarlo.

Al filo del atardecer, su santidad regresó a territorio mexicano, donde lo esperaba su avión. Entre sus cosas traía una pantalla led de 55 pulgadas. Muy pronto en el Vaticano habrá apagón analógico.

Colofón

¿Por qué el papa Francisco viene a visitarnos en febrero? Para que en abril, cuando hacemos las declaraciones anuales de impuestos, Hacienda nos coja confesados.