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Andrés Manuel López Obrador hizo exactamente lo contrario a lo que se tenía que hacer para salvar a Petróleos Mexicanos.

Y a pesar de que ya metió a esa petrolera en un callejón sin salida, de la mano que comprometió las finanzas públicas del país, su feligresía se lo aplaude y se lo festina como un gran logro.

Ese es, en el terreno de la realidad y de las peores consecuencias, uno de los peligros del populismo.

La perversidad del populismo autoritario llega a tal nivel que aun con las evidencias de su fracaso agreden a quien les insiste que la mejor salida que tenía Pemex, de la mano de todo el sector energético mexicano, era profundizar la reforma estructural que emprendió el gobierno de Peña Nieto.

Petróleos Mexicanos fue entregada a este régimen como la empresa petrolera más endeudada del mundo, esa es responsabilidad de los gobiernos anteriores, pero también llegó a manos de la autollamada “Cuarta Transformación” con el remedio en marcha de reforzar la parte sana que le quedaba a Pemex en la exploración y extracción de petróleo, olvidarse de lo improductivo y dejar los otros negocios a los privados.

Pero no, en una evidente alucinación neocardenista, la decisión desde el poder absoluto fue confiarle Pemex a un agrónomo sin experiencia para que ejecutara, de la manera más opaca posible, las órdenes presidenciales de rearmar un monopolio petrolero sobre las ruinas de una empresa quebrada. Imposible.

Hoy Pemex recibe transferencias de recursos públicos inmensas que ya comprometen las finanzas del país, es una empresa en quiebra técnica que ha provocado quiebras reales entre sus proveedores a quienes no les paga porque ellos no tienen acceso a las arcas públicas.

Pemex ya no paga impuestos y desde el descomunal poder presidencial insisten en que Pemex siga por ese camino en línea recta y a toda velocidad hacia el precipicio.

La nueva, la puntilla, el epitafio, es ese documento revelado por la agencia Reuters en el que nos enteramos de que Petróleos Mexicanos dejará de exportar 436,000 barriles diarios de petróleo a partir de este mes para tratar de echar a andar la refinería en los pantanos de Dos Bocas, Tabasco.

Todos los días Pemex, “la empresa de todos los mexicanos”, perderá 33 millones de dólares en exportaciones que implicarán una merma mensual de 1,000 millones de dólares, para echar a andar el capricho presidencial de tener una refinería en su estado natal.

Este cambio en el destino de la producción de petróleo crudo no agrega valor a las finanzas públicas, porque más allá del descomunal costo que implicó construir esa refinería y que ahora se tiene que pagar, está probado que es más barata la gasolina importada, que la que produce Pemex.

No hay que perder de vista que Pemex ya había reducido su producción petrolera a su nivel más bajo de los últimos 45 años y ahora recortará la mitad de sus exportaciones.

Pemex, como la dejará López Obrador ya es inviable y, además, acercó al país entero a una crisis económico-financiera. Todo en nuestras caras y lo único que pasa es que 50% de los ciudadanos lo sigue aplaudiendo.