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La preocupación del Presidente es enfrentar el aumento exponencial de casos de la variante Ómicron del SARS-CoV-2, pero al mismo tiempo evitar al máximo un nuevo cierre de actividades económicas, como ocurrió en la primera ola de contagios a principios del año pasado.

Por lo que salió a los medios para anunciar más centros de vacunación, más pruebas rápidas en más lugares, mayor capacidad hospitalaria y a reiterar la importancia de vacunarse y de las medidas sanitarias para enfrentar ese reto desconocido que implica una variante que evidentemente es mucho más contagiosa que todas las que conocimos hasta ahora del Covid-19.

Ese presidente es Joe Biden, el mandatario de Estados Unidos, quien a pesar de la caída en su popularidad entiende que es su obligación asumir medidas poco populares, como buscar la obligatoriedad de la vacunación y las restricciones sociales, para combatir una enfermedad que está matando a gente en su país.

Acá, la principal preocupación del presidente Andrés Manuel López Obrador es que se lleve a cabo, a como dé lugar, la consulta de revocación de mandato que le recordará lo popular que es, así sea con un montaje similar al que implementó para la supuesta consulta de cancelación del Aeropuerto de Texcoco.

La forma como el gobierno mexicano vuelve a minimizar el impacto de Covid-19 sólo refleja la certeza que tienen de que la negligencia no tiene consecuencias políticas.

El principal epidemiólogo del gobierno de Estados Unidos, Anthony Fauci, advirtió esta misma semana que podría darse un número récord de hospitalizaciones y muertes por esta variante del coronavirus.

No vale la pena comparar lo que dice por acá Hugo López-Gatell, designado por López Obrador para manejar la pandemia, básicamente por respeto al doctor Fauci, pero es diametralmente opuesta la alerta que tienen en Estados Unidos a la subestimación hasta niveles de pretender ignorar que Ómicron ya está en México y no sólo con los 25 casos oficiales.

Una vez más, México se pone en la cola de la ola de contagios a nivel mundial y deja ver que las autoridades no han aprendido absolutamente nada. Es la misma historia de lo que vimos a principios del 2020 cuando la lenta y negligente reacción de las autoridades de salud permitieron que la variante original entrara con total fuerza al país.

Mismo caso del resto de las oleadas mundiales. “Detente”, pandemia controlada, salgan y abrácense, el cubrebocas “sirve para lo que sirve y no sirve para lo que no sirve”, el Presidente “no es una fuerza de contagio”. En fin, un catálogo de barbaridades que tienen a México en el quinto lugar mundial de muertes con las cifras oficiales y seguramente en el segundo o tercero con las cifras reales de muertes por Covid-19.

México es un país que no vacuna a sus niños, que restringe el número de vacunas de refuerzo, que no llama a su gente al uso de las mascarillas y a la distancia social. Al contrario, las convocatorias son a las reuniones masivas en el Zócalo y con el uso opcional del cubrebocas.

Tal nivel de irresponsabilidad oficial tiene que ser suplido con el conocimiento que como sociedad tenemos de esta enfermedad y asumir nuestros propios planes de contingencia, porque el gobierno de este país está en otra cosa.