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Faltan más de 14 meses para que Andrés Manuel López Obrador deje la presidencia, así lo marca la Constitución, y no son pocos los agentes económicos que han decidido mejor poner una pausa a sus decisiones de inversión.

La incertidumbre política es uno de los grandes lastres actuales del país. En la encuesta que elabora mensualmente el Banco de México entre analistas privados, la gobernanza se lleva más de la mitad de las respuestas sobre los factores negativos que pueden entorpecer el crecimiento de la actividad económica de México.

Siete de cada 10 expertos consultados consideran que es mal momento o no está seguro de la conveniencia de realizar ahora inversiones en este país.

Está de moda hablar del nearshoring y la conveniencia geográfica de México para establecer plantas industriales en zonas muy cercanas a la frontera con Estados Unidos. Sin embargo, de acuerdo con expertos consultados por nuestro diario El Economista apenas 5% de la Inversión Extranjera Directa (IED) del primer trimestre de este año fue destinada a nuevas inversiones.

Los datos de la IED en Latinoamérica y la región caribeña de la Cepal indican que Brasil, un país alejado de los centros de consumo y con una tradición proteccionista, se llevó 40% de las inversiones externas directas del año pasado, con 91,500 millones de dólares.

Mientras que México, el campeón de los acuerdos de libre comercio y vecino de Estados Unidos con 3,150 kilómetros de frontera común, captó apenas 39,000 millones de dólares, 17% de la región.

Claro que las empresas preferirían Tamaulipas que Minas Gerais para sus inversiones, pero la gobernanza de México (inseguridad, falta de Estado de derecho, impunidad, corrupción y la incertidumbre política) hacen que los capitales estén en pausa esperando mejores tiempos.

Además, el régimen de Andrés Manuel López Obrador lo presume como un triunfo, pero la fortaleza del peso frente al dólar es un lastre para los capitales externos.

Por una parte, el encarecimiento del mercado interno mexicano por esa fortaleza de su moneda resta competitividad a los capitales que llegan a invertir. México no puede, con todas sus debilidades institucionales, fiscales, laborales y gubernamentales, darse el lujo de ser un país caro.

Pero, además, las inversiones se ponen en pausa porque no es posible saber cuánto tiempo durará esa fortaleza cambiaria y qué tan abrupta puede ser una corrección.

En la medida en que el Banco de México modifique su política monetaria habrá una corrección cambiaria que, en combinación con un desaseado proceso electoral, intervenido por el gobierno, puede provocar una corrección acelerada de la paridad peso-dólar.

Si las inversiones son físicas, quizá sea mejor poner una pausa, a diferencia de las inversiones financieras que esperan justamente una corrección repentina para obtener ganancias.

México no es un destino para salir corriendo, como sea se conserva el grado de inversión, muchos encuentran en su costo de oportunidad las razones suficientes para entrar ahora. Pero tampoco es hoy un imán de atracción de inversiones, porque este régimen sí implica muchos riesgos en el mediano plazo. Así que este país parece por ahora estar en pausa, a la espera de mejores tiempos.