Milei es una gran interrogante, pero anticipa que, si llega a gobernar, otra vez cambiaría todo en andamiaje legal de un país que no es confiable precisamente por esos bandazos que no dan confianza
Si hay que identificar de forma simple qué es lo que más daño le ha hecho a la economía argentina durante las últimas décadas eso ha sido, sin duda, los populismos.
La gran nación sudamericana no pudo encontrar desde el final de la dictadura un modelo que le permitiera tener un tejido constitucional e institucional sólidos que toleraran diferentes expresiones políticas que no lograran desestabilizar a ese país desde sus cimientos con sus ocurrencias.
Para no ponernos históricos desde el gobierno de Raúl Alfonsín en los años 80 tras la dictadura, hay que hacer referencia al mandato que le sucedió y que firmó la suerte económico-financiera de Argentina para varias generaciones.
Carlos Saúl Menem se mantuvo más de diez años en el poder y de todas las acciones que desde el exterior se puedan recordar, hay una que definió el futuro de ese país. Menem escuchó la idea de moda de finales del siglo pasado de atarse al dólar de Estados Unidos como si fuera esa moneda el secreto del éxito económico de la potencia norteamericana.
Domingo Cavallo, secretario de Economía, diseñó y ejecutó el esquema de convertibilidad: un peso argentino igual a un dólar. La crisis económica y fiscal en la que derivó ese sueño de grandeza dio forma a otro de las etiquetas económicas argentinas: el corralito.
La desesperación social de un país en quiebra dio paso a escuchar el canto de las sirenas del kirchnerismo. Y así, entre Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández, durante 12 años en el poder a principios de este siglo rediseñaron otra vez toda la estructura legal de ese país y no fue para bien.
Lo que ya dejaba ver Argentina para esa primera década de este siglo es que cada gobierno llegaría con las posibilidades de reinventarlo todo, por lo tanto, no había ninguna certeza jurídica para quien quisiera invertir en ese país.
La puntilla la dio Mauricio Macri, quien llegó con gran impericia a querer cambiarlo todo de nuevo, pero el daño del populismo de los Kirchner y la reinvención legal de Argentina los dejaron sin el respaldo de los capitales.
Ese país quedó en una crisis más profunda, con una moneda totalmente devaluada, una inflación galopante y una nueva deuda externa muy onerosa. Todo para regresar a las manos del kirchnerismo en la figura de Alberto Fernández. Otra vez, el país entró en otra ola de reinvenciones legales y estructurales.
Por eso hoy que en las elecciones presidenciales primarias de Argentina se alza con la mayor cantidad de votos el derechista Javier Milei y manda al peronismo al tercer lugar, una vez más se devalúa la moneda y aumentan las tasas de interés.
Milei es una gran interrogante, pero anticipa que, si llega a gobernar, otra vez cambiaría todo en andamiaje legal de un país que no es confiable precisamente por esos bandazos que no dan confianza.
La moraleja que debemos tomar es que un país puede resistir al peor de los populistas si su Constitución y sus instituciones resisten sus embates. En la medida que logran reinventar las leyes para dar cabida a los sueños de un líder iluminado, llegan las crisis generacionales.