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Cuando el hoy presidente demócrata, Joe Biden, derrotó ampliamente a su rival republicano, Donald Trump, en México la gran mayoría respiró con más tranquilidad. Sólo un personaje fue notorio en su disgusto por el resultado.

Y cómo no iba a estar contrariado el presidente Andrés Manuel López Obrador con el resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses si incluso había hecho su primer viaje al extranjero para respaldar a Trump en plena campaña electoral.

Fue tema de conversación mundial, en especial en la prensa de Estados Unidos, el hecho de que el Presidente mexicano no felicitara oportunamente al ganador demócrata de las elecciones presidenciales.

Esos gestos anticipaban una relación distante. Sólo que en el pragmatismo de la política estadounidense eso no incluía necesariamente desplantes o malos modos de los que llegaban a La Casa Blanca.

Nada que ver con las groserías de Donald Trump a los mexicanos y su clara forma de alardear que había conseguido los servicios del gobierno de López Obrador como su patrulla fronteriza. Sin embargo, muchas similitudes entre ambos mandatarios los acercaba.

Estos son tiempos de inmejorables formas diplomáticas, ese ha sido un buen trabajo de la cancillería de Marcelo Ebrard. Pero en la práctica la distancia entre ambos gobiernos ha sido más que evidente.

Ahí está, por ejemplo, el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, quien con un solo tuit paró la discusión de la contrarreforma energética, con la duda si el próximo año podría tener viabilidad un cambio que claramente afecta los intereses estadounidenses y así lo hizo saber ya el gobierno de aquel país.

A la política de abrazos y no balazos de López Obrador, con todas las muestras de más abrazos para la familia de Joaquín “el Chapo” Guzmán, siguió el inicio por parte del gobierno de Joe Biden de una cacería de los hijos de este narcotraficante con todo y una recompensa de más de 100 millones de pesos para quien aporte información para su captura.

Y podrán no tener visas los agentes de la Drug Enforcement Administration (DEA) para operar en México, pero este hecho alerta a los grupos opositores dentro del crimen organizado.

El plan de gasto social de Biden, de 1.75 billones de dólares, conocido como el Build Back Better Act, que incluye en sus entrañas el plan de subsidios para autos eléctricos contrario al T-MEC, se atoró dentro del propio partido demócrata, pero no deja de ser un plan contrario a la supuesta gran relación bilateral que presume la 4T con el gobierno estadounidense.

Porque además de afectar a la industria automotriz mexicana de forma directa, podría crear más presiones inflacionarias en medio de la mayor burbuja de precios en este país en lo que va del siglo.

Nunca veremos alardear a los demócratas de los servicios que presta la Guardia Nacional a los intereses migratorios de Estados Unidos, pero está claro que esa labor se mantiene y que la factura que paga el gobierno mexicano con los migrantes crece todos los días.

Son evidentes los desencuentros en las agendas de los dos gobiernos, aunque hay que reconocer que las formas diplomáticas se mantienen en un nivel que parece inmejorable.