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Elecciones 2024
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El Indicador de Confianza del Consumidor (ICC), que realizan de manera conjunta el Banco de México y el Inegi, se parece más a una encuesta de popularidad política que a un buen indicio de la condición económica del momento en el que se consulta a los ciudadanos.

Es más fácil tomar el resultado de esa encuesta como un anticipo electoral que como un termómetro económico real. Y no está mal hecho este ejercicio conjunto, simplemente mide estados de ánimo antes que un análisis consciente del consumidor sobre sus posibilidades reales de salir a comprar, aunque tiene buenas preguntas de control para desnudar al entrevistado en su condición económica.

Pararse frente a la gráfica del ICC de los últimos seis años es ver una radiografía de la caída en la popularidad del expresidente Enrique Peña Nieto y la euforia entre millones que provocó la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador.

Cuando se filtra la gráfica de la confianza de los consumidores con las del ciclo económico, tenemos a consumidores eufóricos en plena recesión y consumidores muy enojados cuando el país todavía crecía arriba de 2%, con baja inflación y prácticamente pleno empleo.

La pandemia y su confinamiento, a principios del 2020, fue un momento de shock para todos y los consumidores encuestados dejaron ver ese sentimiento de preocupación. Pero la única “V” que verá México en su proceso de rebote tras los efectos económicos adversos, con todo y un gobierno totalmente ausente, se verá en este ICC, en ningún otro indicador de la economía mexicana.

Es un auténtico indicador de la esperanza, porque es justamente en la pregunta de la situación esperada del hogar dentro de 12 meses donde se refleja un optimismo desbordado, incluso en la peor parte de la pandemia.

Claro, ya cuando viene la pregunta de las posibilidades reales que hay en el hogar de comprar en este momento algún bien duradero como una lavadora o un televisor en comparación con las que tenían un año atrás, ahí sí se ubica a los encuestados en un nivel de realidad de no tener tantas capacidades económicas para ello.

Y cuando específicamente se explora la posibilidad de los integrantes del hogar de comprar un auto, nuevo o usado, o remodelar la casa, ahí el balde de agua fría ubica estas dos respuestas en una curva descendente.

Quizá los entusiastas encuestados crean que la inflación no es un asunto del gobierno federal, sino del Banco de México, porque ahí sí hay una claridad en cuanto a las presiones en los precios que padece la economía. Esta sería la única gráfica que pudiera corresponder a la medición objetiva de los precios.

Por supuesto que tener electores mayoritariamente contentos con su gobierno, aunque éste no de resultados y consumidores animados, aunque realmente hayan limitado sus posibilidades de compra, ayuda a mantener la estabilidad social.

Sin embargo, cuando estos entusiastas consumidores caigan en la cuenta de que su optimismo está sostenido en sentimientos y no en una mejor realidad económica, ahí puede venir un desencanto que tenga impacto tanto en lo económico, como en lo político y lo social.