Hoy, el panorama ya cambió y el Banco de México debe acusar recibo de los nuevos riesgos inflacionarios, pero también políticos y de finanzas públicas locales que han cambiado el balance de riesgos en los mercados
Desde la última vez que se había reunido la Junta de Gobierno del Banco de México para tomar una decisión de política monetaria, el 10 de agosto pasado, las cosas han cambiado, sobre todo en la percepción de los mercados.
En aquellos primeros días de agosto apenas se conocía el repunte que había presentado el Índice de Precios al Consumidor estadounidense durante julio y no se anticipaba con tanta claridad el incremento más notorio derivado de los precios de las gasolinas.
Hoy ya está a la vista que el proceso de desinflación en aquel país se ha interrumpido y que la Reserva Federal (Fed) ya toma más en serio la posibilidad de incrementar, de nueva cuenta, sus tasas de interés.
Por aquellos días del octavo mes del año, con la baja sostenida de la inflación entre junio del 2022 y junio de este año, había más confianza en que la advertencia del banco central estadounidense de no cerrar la puerta a nuevos incrementos era un blof necesario, pero que realmente habría acabado con el ciclo de alzas.
Hoy, el panorama ya cambió y el Banco de México debe acusar recibo de los nuevos riesgos inflacionarios, pero también políticos y de finanzas públicas locales que han cambiado el balance de riesgos en los mercados.
Ya no es posible que en el comunicado de decisión de política monetaria hagan un copy-paste a su mensaje de ser vigilantes de las presiones inflacionarias y mantener la tasa de referencia en su nivel actual de 11.25% durante un periodo prolongado.
Nadie espera algo diferente a que hoy la Junta de Gobierno del Banxico decida mantener sin cambios su tasa de interés en el nivel actual. Pero sería más que deseable que al menos algunos de sus miembros dejen ver la necesidad de un nuevo aumento de refuerzo en el costo del dinero ante las renovadas amenazas inflacionarias.
Y, por qué no, que alguno de los banqueros centrales mexicanos más hawkish opte por un voto disidente para incrementar desde ahora la tasa de interés.
Entre lo poco que comunican desde el Banxico está aquello que no se rigen ni por la paridad cambiaria ni por la política monetaria de Estados Unidos, pero bien harían en echarle un ojo a las presiones que durante los últimos días ha tenido el preso frente al dólar y al barómetro de tasas de la Fed que apuntan al cambio de señales que el mercado ya avaló.
Muchas de las decisiones de política monetaria del Banco de México durante los peores meses de presiones inflacionarias fueron automáticas, porque no había más camino. Algunas más polémicas que otras por el monto de los incrementos decididos, pero siempre en la misma dirección.
La de hoy es una ocasión diferente, más allá de mantener la tasa, este es el momento para que la Junta de Gobierno del Banxico apunte a la posibilidad de un incremento a su instrumento monetario durante su siguiente reunión de noviembre próximo.
Banxico se ha vuelto tímido, pero eso no implica que se vuelva laxo en momentos como éste en el que hay que mostrar toda la intransigencia necesaria en contra de las presiones inflacionarias.