Las estimaciones del FMI sobre déficit fiscal en México para el próximo año rebasan los niveles de prudencia con ese estimado de un saldo negativo de 5.4 por ciento
Es buena noticia que el Fondo Monetario Internacional (FMI) haya revisado al alza la estimación de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de México a 3.2% para este 2023 y a 2.1% para el 2024.
Pero, más allá del número, hay que poner atención a las razones que explican la expansión más robusta de la economía mexicana.
De entrada, México arrastró por más tiempo los efectos económicos negativos de la pandemia. La falta de apoyo gubernamental a los agentes económicos provocó que México cayera y se estancara en el fondo más tiempo en comparación con otros países, similares o asociados, que se levantaron más rápidamente ante la buena acción de sus gobiernos de respaldar a su gente.
Aquí no, el FMI justifica en parte ese estimado para este año de 3.2% en una recuperación retrasada de la economía mexicana tras los peores efectos de la pandemia de Covid-19. Las evidencias de esto las aportan los sectores de servicios y construcción que, ahora, muestran tasas de crecimiento elevadas.
Algo más que explica la revisión al alza en los pronósticos de crecimiento es esa posibilidad de ser arrastrados por el consumo estadounidense, por esa calidad que tiene México de ser uno de los principales proveedores de mercancías de aquel país.
Hay otro factor que ha llevado a la revisión al alza de las estimaciones de expansión económica y tiene todo que ver con el proceso electoral en marcha que concluye con las elecciones de junio próximo.
Crecer por la recuperación retrasada, como argumenta el FMI, es como recibir el dinero de una tanda, se pudo haber tenido el beneficio antes, pero cuando llega se agradece.
Expandir la economía por efecto colateral del buen desempeño de la economía de Estados Unidos siempre será el arma de doble filo sobre la que no se tiene ningún control.
Pero crecer por una expansión desmedida del gasto, sin una compensación en el incremento de los ingresos, es la manera perfecta de crear un problema a futuro.
Claro, bajo la visión obsesiva del régimen de conservar el poder al costo que sea, no les importará heredar una bomba de tiempo fiscal que se tendrá que apagar con una reforma tributaria o dejar explotar con una nueva crisis económica.
Por lo pronto, lo adelanta también el FMI, la trayectoria de la deuda pública respecto al PIB se mantendrá en ascenso durante todo el próximo sexenio.
Lo que propone el régimen de López Obrador para su último año de gobierno es un aumento descomunal del gasto público hasta 29.1% del PIB, cuando los ingresos bajarán durante el 2024 hasta 23.7% del PIB.
Hasta en las matemáticas del hogar se entiende que, si los gastos son más altos que los ingresos, la diferencia se tiene que cubrir con dinero prestado.
Las estimaciones del FMI sobre déficit fiscal en México para el próximo año rebasan los niveles de prudencia con ese estimado de un saldo negativo de 5.4 por ciento.
Así que, si queremos hacer una buena proyección económica del país, hay que ampliar la mirada del resultado del PIB al cierre de este año a los problemas macroeconómicos que va a heredar López Obrador a partir del 2025.