Es un hecho que López Obrador está desconectado de muchos de los problemas nacionales y es capaz de caer en excesos como contar chistes cuando le preguntan sobre cinco de los miles de desaparecidos en México
No hay manera de que no resulte ofensivo para todos, seguidores y detractores, que el presidente de la República responda con un chiste a los cuestionamientos de los reporteros sobre la desaparición de cinco jóvenes en Lagos de Moreno, Jalisco.
No hace falta más que ponerse unos segundos en los zapatos de los familiares y amigos de estos jóvenes para sentir ese dolor y más cuando se trata de esa figura del líder político de un país como lo es el presidente.
Lo que sí oye y muy bien Andrés Manuel López Obrador es cuando el gobierno de Estados Unidos llama a cuentas a su administración con temas como narcotráfico, migración y alianzas geopolíticas.
Cuando viene a México la asesora de Seguridad Nacional del gobierno de Estados Unidos, Elizabeth Sherwood-Randall, no es recibida por el asesor mexicano en esa materia, sino por el propio López Obrador.
Disparidad jerárquica, pero un mensaje claro del gobierno de Joe Biden. Es a ese nivel que La Casa Blanca espera que se atiendan sus preocupaciones en materia de narcotráfico y migración, independientemente del nivel del mensajero estadounidense.
El presidente mexicano oye con total claridad cuando Biden le pide revisar la estrategia migratoria de México ante el incremento del flujo de indocumentados que cruzan por la frontera sur mexicana y llegan hasta la frontera común en el norte.
Ante la solicitud estadounidense, ayer mismo López Obrador se reunió con “todo el gabinete”, según dijo él mismo, para revisar el plan migratorio, después de un repunte de casi 30% de los flujos de personas desde Centro América en julio pasado.
Y es que antes ya había escuchado López Obrador con gran nitidez lo que evidentemente fue una instrucción del expresidente estadounidense Donald Trump de desplegar a la Guardia Nacional 28,000 solados gratis, dijo Trump, quien también aseguró que nunca había visto a nadie doblarse tan fácilmente.
Nada de sordera presidencial cuando el propio Trump llamó a López Obrador a asistir a la Casa Blanca en plena campaña electoral en aquel país para que ahí, en el Jardín de las Rosas, el presidente mexicano adulara al republicano en su intento de reelección.
Y vaya que escuchó muy bien la convocatoria que le hizo el presidente estadounidense Joe Biden de presentarse, no la canciller o un representante, sino él personalmente, en la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, en San Francisco, California del 15 al 17 de noviembre próximo.
A López Obrador no le gusta viajar a los lugares donde no tiene el control y donde haya iguales, pero va a tener que ir porque escuchó fuerte y claro el mensaje de Washington.
Ahí, el presidente Biden quiere dejar un mensaje contundente de lealtades entre sus principales socios del mundo ante China y Rusia y México tiene que estar ahí con su máxima representación.
Es un hecho que López Obrador está desconectado de muchos de los problemas nacionales y es capaz de caer en excesos como contar chistes cuando le preguntan sobre cinco de los miles de desaparecidos en México.
Pero cuando desde el norte se levanta la voz, acá en Palacio Nacional, López Obrador escucha fuerte y claro.