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La mujer que resulte electa como Presidenta de México tendrá poco más de un año para sacudirse algunas de las políticas más absurdas de López Obrador, que nos han metido en problemas con América del Norte, y buscar una revisión positiva del acuerdo comercial trilateral que le permita seguir vigente.

La cláusula sunset del propio T-MEC obliga a Estados Unidos, Canadá y México a revisar cada cinco años el acuerdo comercial para determinar su continuidad.

Es un hecho que a los tres países les conviene mantener una buena relación comercial, pero es verdad que esa ventana de revisión, que no tenía el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, es una oportunidad para que las partes argumenten lo que a su parecer no ha funcionado.

La única certeza cuando llegue esa renegociación del 2026 es que Andrés Manuel López Obrador ya no será Presidente de México, es muy probable que Justin Trudeau siga en el cargo de primer ministro de Canadá y hay dudas sobre quién será el Presidente de Estados Unidos.

Todas las combinaciones posibles tendrían resultados diferentes. La más productiva de las mezclas políticas para encontrar buenos acuerdos, más allá de Canadá, es que en Estados Unidos repita en el poder al partido político actual, pero en México no.

La más explosiva de las combinaciones es justo la contraria, pensando en que a la cabeza de La Casa Blanca estuviera de vuelta Donald Trump y acá que López Obrador encontrara una careta para mantenerse de facto en el poder.

Un punto intermedio en ese peor escenario es que Trump decida cuidar el T-MEC por ser un producto de su propia creación y que la opción oficialista se sacuda los atavismos, torpezas y lastres del lopezobradorismo.

De esa forma poder mandar al basurero esos sinsentidos de que la ciencia es neoliberal para solo tomar evidencias reales antes de prohibir alimentos como el maíz amarillo y simplemente respetar la Constitución y los acuerdos internacionales para no poner trabas a inversión privada en el sector energético. En eso no hay ideología, solo sentido común.

Si Joe Biden conserva el poder la relación más provechosa se daría con la opción opositora en México que parece entender mejor las ventajas de la apertura comercial y energética.

Porque si toca a la actual administración presidencial estadounidense lidiar con una copia del gobierno actual durante el siguiente sexenio, ahí está la advertencia de la representante comercial de La Casa Blanca, Katherine Tai, de que la revisión del T-MEC será incómoda.

Y es que la revisión marcada en la cláusula sunset no arroja un resultado binario entre seguir o no seguir con el pacto. Abrir esa Caja de Pandora permite meter mano en los temas más incómodos para las partes, como las prácticas laborales mexicanas, la falta de respeto a las inversiones del sector energético, la ausencia de compromiso con el cambio climático o la intromisión de los chinos en el mercado trilateral con sus autos y sus metales. Entre muchos otros.

Por eso, en la medida en que la próxima Presidenta de México se pueda sacudir rápidamente las telarañas del lopezobradorismo, más sencillo será defender posturas mexicanas verdaderamente relevantes que se tengan que cambiar en el acuerdo y no exponerse a una ruptura.